Salud Mental

Las redes sociales, la nueva droga que cada vez llega antes a los jóvenes

El 99,2% de los adolescentes entre los 11 y 18 años tienen algún tipo de red social y el 40% se conecta para no sentirse solo

Docentes y padres gaditanos ven con buenos ojos la prohibición de los móviles en los centros

Adolescentes captan una imagen con sus teléfonos para compartirla en redes Francis jiménez
Jesús Mejías

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Hace ya mucho tiempo que las redes sociales llegaron a nuestras vidas para quedarse. Forman parte de nuestra rutina. Atrás quedó aquel tiempo en blanco y negro cuando se llamaba por teléfono para concretar una quedada con los amigos o pareja, ahora se manda un mensaje por Whattsap. Atrás quedó aquel tiempo en blanco y negro en el que se revelaban las fotos de un viaje y se inmortalizaban en un álbum, ahora se publican en Instagram y Facebook. Atrás quedó aquel tiempo en blanco y negro en el que una persona mostraba su malestar sobre algún hecho noticioso llamando a una emisora de radio o mandando cartas al director de un periódico, ahora toda la rabia, la ira y el insulto se suelta en X, la evolución de Twitter. Ahora se liga por Tinder, ahora se buscan recetas y destinos para los viajes en Tik-Tok, y ahora se vende ropa por Vinted. Las redes sociales han modificado nuestra forma de actuar.

Los referentes para los jóvenes han dejado de ser futbolistas, cantantes o estrellas de cine. Los adolescentes aspiran y sueñan con ser como Ibai Llanos, María Pombo, Aida Domènech (Dulceida), Paula Gonu, Rubius, AuronPlay o El Xokas, entre otros. Estos streamers, influencers y creadores de contenido han transformado la comunicación y el ocio en el Siglo XXI. La influencia de estas personajes trascienden en la vida cotidiana de los españoles y están considerados como auténticos referentes.

En muchas ocasiones este tipo de contenidos otorgan una excesiva relevancia al aspecto físico, que pueden acarrear en los jóvenes una baja autoestima al no aceptar su propio cuerpo y querer parecerse a estos influencers que siguen en redes sociales, y que sobre todo en el caso de las mujeres, presentan un aspecto físico con los cánones de belleza socialmente establecidos y al que quieren aspirar. Además, en los últimos años ha florecido el síndrome FOMO, que procede del inglés 'Fear Of Missing Out' (miedo a perderse algo), que se refiere a esa sensación de exclusión y rechazo, que conduce a una frustración personal, al no participar en diferentes eventos sociales del que usuarios a los que seguimos en redes sociales publican vídeos e imágenes.

El concepto de popularidad siempre ha estado vinculado a la vida de los adolescentes. En las películas y series de televisión americanas, el capitán del equipo de fútbol o baloncesto y la capitana de las animadoras eran los más populares de la clase, y a los que el resto se quería parecer, su vidas eran perfectas, todos querían estar con ellos, tenían todas las puertas de la vida abiertas. Hoy, la popularidad se mide en seguidores, cuantos más seguidores tengas en Instagram más popular eres, cuanta más repercusión o 'me gusta' tenga una foto más popular eres. Esa necesidad de ganar seguidores para sentirte reconocido, popular o realizado, se traduce en una presión diaria, en calcular a qué hora subir una foto para que tenga más repercusión, a qué hora hay más seguidores conectados que puedan reaccionar a mi contenido. Hoy, hay webs que venden seguidores para Instagram. Se compran seguidores, se compran comentarios en fotografías publicadas y se compran 'me gustas'.

El primer contacto con el móvil, a los diez años

Cada vez es más habitual ver como a los niños en el día en el que celebran su Primera Comunión, el regalo estrella que reciben es un teléfono móvil por parte de los padres. En el colegio, los jóvenes en el recreo apenas juegan a fútbol o baloncesto, están con el teléfono móvil, y esas escenas de las series televisivas en el que un padre critica a sus dos hijos porque en vez de hablar entre ellos se comunican por un teléfono móvil, son una realidad.

El móvil y las redes sociales pueden llegar a generar una adicción como cualquier droga como la marihuana, heroína, el propio alcohol, así como los videojuegos o las apuestas. Es por ello que desde la Junta de Andalucía se han tomado una serie de medidas, la última de ellas la que más ruido generó fue la prohibición de los teléfonos móviles en los centros escolares. La Consejería de Desarrollo Educativo y Formación Profesional de la administración andaluza emitía en los primeros días de diciembre una serie de instrucciones respecto al uso de los teléfonos móviles en los centros educativos para que estos dispositivos no sean utilizados durante el horario escolar salvo en casos justificados. La principal y primera instrucción indicaba la prohibición general del uso del móvil durante todo el horario escolar, pero no solo en las aulas, también en el recreo e incluso en las actividades extraescolares, aunque se contempla la utilización de los smartphones con fines didácticos cuando los profesores entiendan que se requiere su uso.

Estas medidas de la Junta están justificadas por los datos de la propia administración en los que se aprecia que la edad media en la que los niños usan por primera vez el teléfono móvil se produce a los 10,6 años. Por otro lado, el 60% de los adolescentes entre los 11 y los 18 años duerme con el teléfono móvil, el 25% se conecta por la noche, el 99,2% tiene algún tipo de red social y el 40% están conectados para no sentirse solos.

Esa sensación de soledad y de sentirte solo y el uso del teléfono móvil para combatirlo lo refrenda un estudio de la Universidad de Granada en el que se afirma que no somos adictos al teléfono móvil, sino a la interacción social que permite el dispositivo electrónico.

Este uso de las redes sociales, además de poder generar una adicción en los jóvenes, puede provocar depresión y ansiedad en los adolescentes, con mayores porcentajes en el caso de las mujeres. En un artículo de la BBC se recogen unas declaraciones de la Donna Jackson Nakazawa, una escritora especializada en neurociencia, inmunología y emoción, en las que aporta una perspectiva científica para estos hechos, ya que el estrés no es mitigado se producen «cambios en áreas del cerebro como la corteza prefrontal y en el hipocampo, donde albergamos nuestros recuerdos», y también se producen cambios en la red neuronal por defecto, «asociada con nuestro sentido de quiénes somos en el mundo», así como cambios en la amígdala, diferente en el caso de los chicos y chicas, y para estas últimas se hace más grande, que se asocia a «rumiar, atascarse y reproducir los mismos pensamientos una y otra vez».

Es por ello que un tiempo abusivo en las redes sociales podría provocar que las adolescentes puedan acabar sintiéndose «deprimidas y avergonzadas». Por otro lado, las redes sociales cada vez se han convertido en aplicaciones sexistas dónde se muestran cuerpos esbeltos y con los patrones del ideal físico establecido socialmente, que puede llegar a desencadenar en no aceptar su propio cuerpo.

La visión de una creadora de contenidos

Virginia Aragón (@virginiabayi) es creadora de contenidos en redes sociales. Graduada en Educación Infantil por la Universidad de Cádiz, ha trabajado en Londres y en varias ciudades de Italia en el cuidado de niños, y en su vuelta a España sigue formándose mientras trabaja en hostelería. Colabora con marcas a cambio de publicidad en su cuenta, con 25.800 seguidores en Instagram este momento, de un determinado producto, y que «suelen ser publicaciones en 'stories' (vídeos o fotos que se pueden ver durante 24 horas) o en el perfil de tu cuenta».

Para esta chiclanera las redes sociales «son un medio de motivación» y «de aprender de los demás», pero «también una buena herramienta para hacer contactos y crear entretenimiento».

«Me gusta las redes sociales y las incluyo en mi día a día pero no estoy obsesionada con ellas ni siento la necesidad de estar mostrando cualquier tipo de contenido por tal de tener mi perfil activo. Hay veces que puedo estar varios días sin subir ningún tipo de publicación. Creo que es importante hacer un uso responsable de ellas», afirma.

Tener 25.800 seguidores se traduce en que 25.800 personas se pueden enterar al instante de tu ubicación, con quién estás o qué estás haciendo en función de tus publicaciones. «Hay muchas veces que te agobias con las redes sociales y te gustaría desaparecer, que la gente no supiera nada de ti», pero creo que al final son rachas, en los que uno se siente más fuerte emocionalmente unos días que otros«, y agrega que »muchas personas, al estar detrás de una pantalla, se siente con la valentía de juzgar y criticar todo lo que hacen otros… es algo que no me gusta porque no sabes cómo puede afectar a la otra persona los comentarios que hagas«, aunque en su caso »no siento que venda mi vida privada porque al final publico lo que quiero que vean«.

«Una persona no siempre está maquillada, peinada y vestida de gala, no siempre está de humor o con buena cara, pero todos en las redes ponemos nuestra mejor versión y nuestros mejores momentos», por lo que «creo que se debería de normalizar la naturalidad, no darle tanta importancia a lo que hay detrás de una pantalla».

Hay una corriente que critica el papel de la mujer en redes sociales como Instagram, Twitch o Tik-Tok que afirman que estas buscan ganar seguidores mediante la publicación de fotos en ropa interior, bikini, etc. En su opinión «cada uno puede publicar lo que quiera mientras no le falte el respeto a nadie ni cree e infunda sentimientos de odio», así que «si alguien es feliz publicando fotos en bikini porque se siente orgulloso de su cuerpo, ¿por qué hay que criticarlo?». Es por ello que «si a cierto público no le gusta, la solución está en que no siga ese tipo de contenido», aunque «muchas personas se sienten arropadas para dar su opinión y criticar porque están detrás de una pantalla y no tienen nada mejor que hacer con su vida».

En su opinión las «redes sociales son buenas si se les dan un buen uso», pero «es mucho más importante vivir en la vida real».

«Los influencers influyen mucho y creo que los que tenemos un determinado número de seguidores debemos de ser responsables en el contenido que ofrecemos y lo que enseñamos a los demás, por eso siempre intento mostrar a mis seguidores que hay que luchar por nuestros sueños y no rendirnos», y en su caso «también intento crear contenido motivacional, incitarlos a cuidarse tanto mental como físicamente, nutriendo nuestra mente, entrenando nuestro cuerpo y comiendo sano».

«En definitiva, me preocupo por el contenido que muestro e intento influir de manera positiva a las personas que me siguen, aportando contenido de calidad y motivacional, que sirva de inspiración y que ayude a mis seguidores en su día a día», concluye.

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