Crónica taurina

Triunfo de Daniel Luque en tarde de fracaso ganadero en El Puerto

Morante de la Puebla y El Juli lo probaron todo pero la falta de colaboración de los astados dejó sus faenas en ovaciones

Daniel Luque, a la postre triunfador, pudo recompensar al respetable con algo de toreo. F. Jiménez

José Reyes

El Puerto

Con un cartel de tronío, que reúne en misma terna a tres figuras triunfadoras de las recientes ferias de Abril y San Isidro, se inauguraba por todo lo alto esta interesante temporada estival en el coqueto y centenario coso portuense.

Diestros que integran el selecto grupo de los cuatro agraciados que repiten actuación en el ciclo y que copan ocho de los 15 puestos abiertos en las cinco corridas anunciadas. Méritos han contraído para ello y el público los reclama, pero tampoco hubiera estado mal

que se abriera un poco más la baraja a otros matadores del agrado de la afición. Para la ocasión, un encierro de Garcigrande que, como muchas veces ocurre, vino a dar al traste con las ilusiones depositadas en la corrida.

Descastados y parados en extremo, mostraron un claro peligro en los tercios rehileteros, hasta el punto de mandar a la enfermería a Sánchez Araújo y Alejandro Ruiz Pérez. Sólo Daniel Luque, a la postre triunfador, pudo recompensar al respetable con algo de toreo.

Abrió plaza un toro negro, armónico de echuras pero algo escaso de trapío, que apretó hacia los adentros en el saludo capotero de Morante, al tiempo que evidenciaba una palpable merma de los cuartos traseros. Una vez picado, el de La Puebla estampó un maravilloso quite por templadas y cadenciosas verónicas. En el primer par de banderillas, el animal cortó con saña el cuarteo de Sánchez Araujo, al que prendió peligrosa y dramáticamente aunque, por fortuna, sin consecuencias.

La corta y suave embestida con la que el de Garcigrande llegó a la muleta permitió a Morante gotear de excelsitudes un sincopado toreo en redondo y esbozar calidades en el entrecortado apunte al natural. El toro, descastado y ya afligido, impidió con su ominosa quietud que la faena tuviese continuidad y alcanzara mayores vuelos. Con media estocada y un certero golpe de verduguillo fue despachado el ejemplar.

Muy distraído, sin celo agresor y desentendido de la pelea, el cataño que salió en cuarto lugar no permitió que el artista de La Puebla mostrara ni un apéndice de su calidad capotera, a pesar de intentarlo con denuedo en la esforzada lidia que él mismo asumió. El último tercio supuso una confirmación multiplicada de lo precedente y una evidencia de lo imposible que es torear a un toro casi inmóvil, huidizo y sin recorrido.

Lo intentó Morante, pero todo resultaba inútil ante el supino descastamiento de su oponente. Una estocada algo retrasada de colocación puso fin a este gris episodio del festejo.

Recibió El Juli con donaire a la verónica al segundo de la suelta, un colorado algo más cuajado que sus hermanos, que hizo buena pelea en el caballo que montaba José Antonio Barroso. Quien le suministró una vara en todo lo alto, con la ortodoxia propia de los clasicos cánones de buen varilarguero. Tras un quite de El Juli por chicuelinas se vivieron larguísimos momentos de tensión y zozobra cuando el toro volteó a Alejandro Ruiz Pérez a la salida de un par de banderillas mientras le lanzaba violentos derrotes espeluznantes.

Arribó el astado con escaso celo y nulo poder al último tercio, por lo que el trasteo de el madrileño consistió en una prolongada pugna por esbozar series ligadas, cuya enjundia y profundidad se precipitaron al vacío con extrema rapidez. Con una gran ejecución del volapié puso fin El Juli a su primer compromiso de la tarde.

Menor casta, si cabe, demostró el quinto de la tarde. Animal que propició una lidia tan dilatada como anodina, sin permitir episodios de relieve en su transcurso, salvo el consabido sobresalto rehiletero por esa tendencia aviesa de cortar el viaje y perseguir hacia tablas.

Imposible

De escaso viaje y con la cara a media altura al rematar los muletazos, este de Garcigrande convirtió en baldíos los intentos de El Juli de extraer algún muletazo. Una estocada trasera y un golpe de descabello pusieron broche a este enojoso capítulo.

Muy suelto salía el primer enemigo de Daniel Luque de los lances con los que éste lo recibió, por lo que hubo de acudir hasta la misma boca de riego para que el toro le repitiera la embestida y dibujar así bellísimas y despaciosas verónicas. Salió el burel en estampida al sentir la puya y tomó luego una contundente vara trasera por parte de Juan de Dios Quinta.

Tras el consabido escalofrío en el tercio de banderillas, en el que este animal,como toda la corrida, cortó el viaje y apretó hacia los adentros al peonaje. Daniel Luque derrochó quietud, verticalidad y aguante para plasmar un entregado y estético inicio de faena, Superada luego la duda escarbadora en la embestida de la res, ligó con pulcritud, mando y torería dos tandas de ceñidos derechazos.

El toreo al natural que vino a continuación poseyó, a su vez, relajo, elegancia y pulcritud. Con el enemigo ya casi rajado y en terrenos de chiqueros que maracaban la querencia, el sevillano rubricó su obra con una fulminante estocada, algo trasera de colocación. Con el último, con la tarde ya caída en picado por el decepcionante juego que daban los toros, Luque se topó con un manso que apenas si demostró un ápice de interés en seguir los engaños. Demostró voluntad el torero y recibió por ello el cariño de un entrgado público. Con una estocada certera puso fin a una corrida que se cerraba con la concesión de una incomprensible oreja.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación