Lotería de NAvidad

Nació aquí pero ya es global: ahora toca todo, a la vez, en todas partes

Jerez recibe una porción del Gordo, Cádiz, Rota o Chipiona, de cuartos y quintos premios. Es el signo de los tiempos: todos los números se venden en decenas de lugares a través de internet

El 05490, premio Gordo de la Lotería de Navidad, cae en la provincia de Cádiz

Una de las responsables de la administración de José del Toro, en Cádiz, llora al saber que ha repartido dos premios. antonio vázquez

La Voz

Cádiz

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A este lado del Guadalquivir, como al otro, la Lotería de Navidad conserva su fuerza como el mayor ritual invernal patrio aunque los más jóvenes también empiezan a ignorarlo. Lo hacen con casi todos.

Pese al presumible desgaste causado por el tiempo y la humedad, aún tiene música propia, inconfundible. Cuenta con vestuario y vocabulario determinados. Tiene historia, dos siglos y pico. Tiene un relato y una mística digna de la mejor película clásica de Disney.

Hasta rescata del infortunio a infortunados que lo merecen, como una parada peruana que estaba escuchando en directo el sorteo, en su sede física. Además se llama Perla. El acabose. En cualquier guion de cualquier serie parecería hasta excesivo, empalagoso. En el Teatro Real y su retransmisión ubicua todo es posible. Todo cuela.

Pero en esa representación simultánea, incluso nacional en un país que apenas encuentra símbolos que unan todos sus territorios, arrastra la provincia una inmerecida fama de frialdad en este exhibicionismo tradicional de cada 22 del 12. Que si gasta poco. Que si gana poco. Que si juega poco. Que si celebra menos. Embustes para separar a madre e hija.

Parece que a Cádiz apenas suele tocarle un papel estelar en la recepción de los millones de euros que supone. Y aunque esta vez no se quedó ni un millón (poco más de 860.000 euros fue a parar a la provincia), las cifras históricas dicen que es falso y los datos, también. Es necesario volver a recordar que este sorteo, considerado como de los más seguidos y simbólicos en todo el mundo, nació en Cádiz, en 1812.

Cómo negar el regreso a una hija pródiga. Cómo sacar pegas al reencuentro con la pariente y paisana. Al fin y al cabo, el mayor reproche posible para hacerle a la Lotería de Navidad es que deja sus mejores días y números, su trabajo, su capacidad y su rentabilidad en otros puntos de Andalucía y de España. Pero ese reproche se le puede hacer a muchos gaditanos, cada vez a más, que nacieron por aquí pero ahora viven por allá.

Los gaditanos, de San Roque a Sanlúcar, de Conil a Setenil, están tan predispuestos a participar como todos los demás. Alberto, el célebre propietario de la populosa cafetería Los Lunares, en Tolosa Latour, en la menguante capital gaditana, lo demostraba bien temprano, antes de las 10 de la mañana, celebrando botella de anís en mano que le había tocado una pedrea. «El año pasado ganamos lo jugado y este año ganamos cien euritos, esto va a más. Hay que ser positivo», gritaba uno de los hosteleros más entusiastas de la capital gaditana.

Era el aperitivo de lo que vendría porque la Lotería en tiempos de Tik-Tok tiene una virtud: eso de «estar muy repartido» ha dejado de ser novedad para pasar a norma. La venta por internet, 'on-line', digital, hace que cualquier número se haya distribuido, como mínimo, entre una treintena de administraciones y poblaciones. Aquello de que se concentrara el chaparrón de dinero en un solo lugar pasó a la historia para, probablemente, no volver.

Así que cuando a las 11.20 horas aparecía la cumbre, todo lo gordo, el hito de cada año, el Primer Premio, el culmen, ya era cuestión de segundos que algunos gaditanos, vendedores o compradores, se supieran afortunados.

Ya será difícil volver a escribir una crónica titulada «el Gordo pasa de largo por Cádiz». Nadie las echará de menos. Se han publicado varias docenas con idéntico título. Tradición y originalidad se llevan fatal.

Fortuna cuántica

Ahora, en estos sorteos 4.0, en la era de la velocidad cuántica, los micrófonos llegan al lugar de los hechos antes que la confirmación. Fue muy común durante toda la mañana que un redactor de radio, de televisión, lo que fuera, preguntara al responsable de la administración que cuánto había vendido y éste respondiera «todavía no lo sé, lo estamos comprobando».

La lotería digital. Tan repartida, tan veloz, que los afortunados, vendedores o compradores, son los últimos en enterarse. Eso sí, aún son los únicos con motivos para celebrar. Para brindar, cantar, gritar y abrazar. Eso no cambia. El papel primordial con ese número estelar le tocó a Jerez. A José Vicente como distribuidor de diez décimos. 400.000 euros (menos impuestos) para cada uno. Alonso y Ángel –otro impagable golpe de guion– fueron los niños de San Ildefonso encargados de cantarlo. Crearon tendencia.

En la atestada cafetería del Mercado de Abastos de Varela, en Cádiz, la banda sonora pegaba fuerte y la gente mayor, experta casi toda, sacaba sus primeras conclusiones: «Cuánto cero», decía Remedios a su inseparable compañera María del Carmen.

Es que el gordo empezaba y terminaba por ese número, conocido por ser la negación de todos los demás, la nada. No sabían que aún sería peor. El segundo premio tendría dos ceros. El tercero también acabaría así. Uno de los números más impopulares convertido en rey por un día.

La cantinela avanzaba pero la gran subida de tono -cuando los niños cantores salen poseídos hacia la cámara elevando su, ya muy aguda, voz- se había producido antes. El momento cumbre estaba escrito.

Un cuarto premio también se dejaba caer por Cádiz, por una de las administraciones con más actividad, la de calle José del Toro, donde responsables y clientes bailaban ataviados, tocados y descorchados. Era el 25296, con 20.000 euros al décimo. También de uno de los quintos, 87092, dotado con 6.000 euros al décimo.

En la calle San Fernando, no confundir con la ciudad, de Rota se vendía el 25296. Compartía suerte, dinero y números con Chipiona. También lo hace con Costa Ballena, que es de los dos a la vez. Es el sino de los nuevos cibersorteos. Todo, a la vez, en todas partes.

Lo que nunca cambia

Más allá de los, muy notables, cambios en la distribución y la aceleración en la comunicación todo sigue igual. Viene la Nochebuena. Llega el frío. Las cocinas se atestan. Se apaga la cantinela de los chinorris de San Ildefonso (ahora con nombres impronunciables para dar testimonio de un país nuevo que indigna a unos pocos viejos de toda edad), brindis mirando a cámara, encuentros con gorritos y espumillón.

Este rosario está encadenado para siempre y cada año. Sólo crece la velocidad, el alcance, la forma. No es poco. En 2022, todo llegó más seguido. Una ordenanza galáctica quiso que en este año estuvieran más juntos que nunca los elementos. El invierno meteorológico quedó promulgado alrededor de las diez de la noche del 21 de diciembre. A esa hora, la cola ante el Teatro Real ya era enorme. Sin dormir, a soñar con el pelotazo. A seguir el sonido eterno, entre cargante y nostálgico.

No fue como en 2017, 2018 y 2019, antes de que pasara todo aquello que pasó, cuando la provincia se llevó una porción mejor de los premios mayores durante varios diciembres consecutivos. Ahora todo está más fragmentado y cada cual debe conformarse con los trozos que le caigan. Cómo ha cambiado la Lotería Nacional desde que viera la primera luz en la plaza de San Antonio en 1812. Son 210 años. Como para no evolucionar. No iba a quedarse en el mismo sitio. Habrá que quererla. Es de aquí. Es paisana y siempre acaba por volver.

Y si los números dan la espalda, siempre quedarán las palabras. El mismo día que otro Gordo ignoraba a Cádiz, o casi, el Congreso de la Lengua Española confirmaba su llegada para dentro de unos pocos meses. Fue un día que resumió la relación de Cádiz con el mundo: como demuestran la economía local y la fiesta mayor, resulta que se nos dan mucho mejor las letras que las cifras.

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