con 'c' de cádiz

«Lo más bonito de mi profesión es ver la cara de felicidad de la gente»

manuel rosety pecino. florista

Lleva 25 años dando color a un barrio que se desangra año tras año por la falta de negocios y la ausencia de una vida que, con personas como él, siempre podrá volver a brotar

Manolo Rosety Pecino lleva dando color a un barrio gaditano desde hace más de dos décadas. nacho frade
Alfonso Carbonell

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Manuel Rosety Pecino (Cádiz, 1971) lleva más de 25 años poniendo color a una de las esquinas del Portillo, un polideportivo anclado en un barrio, el del Avecrem, al que le van quitando la vida a jirones. Ahora, con la esperanza de que el pabellón resucite de sus cenizas, este gaditano de la calle Hospital de Mujeres sigue viendo la vida pasar mientras regala sonrisas atendiendo a una clientela tan fiel como añeja. El trabajo de un florista es sacrificado, pero con el mismo tesón y mimo que trata a sus plantas, este veterano comerciante es todo un ejemplo de humildad al servicio del buen ciudadano.

Su puesto de flores lleva el nombre de su difunta mujer, la misma que cuando pronuncia su nombre hace que un nudo se le señale en la garganta antes de tomar aire y seguir disfrutando con una conversación que le lleva a embellecer la obra que dejaron sus padres. Y esa no es otra que un hijo con el que da gusto tratar por su forma de entender la vida, de saber combatirla y, lo más importante, de saber ser agradecido.

Porque a Manolo no se le ve en lo alto de un Ferrari ni al frente de una elitista floristería de la Gran Manzana, no. A Manolo se le ve fuerte al timón de un viejo puesto que vive de fechas mejores y de otras «más complicadas», pero que no por ello le da para vender penas. Su rostro es el de una persona trabajadora y orgullosa de dónde viene y hacia dónde va. «Nunca me ha faltado de nada» reza como lema de agradecimiento a una vida que nadie le dijo que iba a ser fácil pero por la que vale la pena luchar. Y él, con su sonrisa en la cara, el móvil en una mano y un ramo en la otra piensa que ganará la batalla. Su feliz batalla entre rosas, claveles y margaritas.

-Vende flores por el Portillo, pero de qué barrio proviene.

-Yo siempre he vivido al lado del Mercado. Mi infancia es allí. Yo me he criado en una familia humilde, de trabajadores; mi padre era carpintero y mi madre tenía un puesto en la plaza Las Flores vendiendo castañas y cosas de Navidad con mi abuelo.

-El apellido Pecino tenía algún que otro puesto en la plaza del Mercado. Supongo que serán familia.

-Sí, además, también casi todas mis primas y mis tías. se dedicaban a las flores; mi hermano también era florista. Hemos sido comerciantes de toda la vida.

-Y antes de dedicarse a las flores, qué hizo con su infancia.

-Yo siempre he vivido entre el barrio La Viña y el Falla, en la calle Hospital de Mujeres, muy cerca del mercado.

-¿Cómo recuerda esos tiempos?

-Diferente, diferenteeeee... Muy diferente. Ese respeto que había antes ya no lo hay ni por asomo. Recuerdo que salíamos a la calle y no teníamos ningún tipo de problemas. Había una vida social muy diferente a la que hay ahora. Si te vas ahora al casco antiguo nada más que te encuentras casas turísticas para gente que viene a echar unos días y se acabó. El barrio La Viña da pena verlo.

[Debemos parar la conversación para que Manolo atienda a una cliente de toda una vida, que se anima en la conversación]

-Ella lleva muchos años comprándome.

-Y antes le compraba a su tía, allí en Cádiz. Y ya cuando me vine a vivir aquí, pues a Manolo le tocó. ¿A qué sí, Manolo?

-Jajaja. Claro que sí, señora. Que tenga un gran día.

[Y para allá que marcha la señora con su ramito de margaritas]

-Me decía eso, lo mucho que ha perdido Cádiz de Cádiz.

-Y ya no solo en su gente; Cádiz ha perdido mucho en sus comercios. Un ejemplo es Zara, que se va a Bahía Sur porque le cobran mucho más barato el alquiler de los locales. Comercialmente, Cádiz está 'listo papeles'.

-Jaja. Me río por la expresión, pero vaya que si es verdad.

-Es que mira. [Y señala en frente, antes una Farmacia y ahora un local muy grande para trasteros]. Ahora la moda es poner trasteros.

-No, no, si lleva razón. Para venir a su puesto he andado la calle García Escámez y la gran mayoría de locales están cerrados o con el cartel de Se Alquila. Lo que es, es. Pero vayamos con su vida y ya luego enganchamos con la ruina que tenemos en lo alto. ¿En qué colegio estudió?

-Yo estudié en San Felipe Neri. Estuve primero en el del Oratorio y cuando aquello cambió ya me pasaron al San Felipe de aquí. Mis padres se sacrificaron mucho por mis estudios. Pero bastante. Entonces era un colegio de pago. Y de los buenos. Y en aquella época valía un dinero.

-Sí que lo era, lo era. ¿Y cómo le fue allí?

-Yo no quise estudiar, sinceramente.

-¿Hasta qué curso aguanta?

-Yo allí saqué hasta 7º de EGB y ya me fui por mi cuenta a sacarme el graduado a costa de una moto. Estaba loco por una moto y me saqué el graduado para poder tenerla. Jajaja.

-A condición de, ¿no?

-Claro, claro. Mis padres me dijeron que si me sacaba el graduado me compraban una moto. Y tuve la moto.

-¿Y dónde hacía su vida?

-A pesar de estudiar en San Felipe mi vida la hacía en el casco antiguo. Además, como mi madre tenía su floristería en la Plaza Las Flores pues iba mucho por allí. Me he criado en la floristería de mi madre.

-¿Cómo se llamaba la floristería?

-Nuestra Señora del Carmen porque mi madre era muy devota de la virgen del Carmen. Por eso le puso ese nombre.

-Ya por entonces empieza a saber cómo funciona el negocio, entiendo.

-Claro. Además, date cuenta que yo era muy chico cuando iba a la floristería. Allí mi críe, fui viendo y cuando ya dije que no quería estudiar más pues me dijo mi madre que 'aquí hay que pencá y trabajar. No hay más remedio'. Jajaja.

-¿Cómo son esos primeros recuerdos?

-Los recuerdos son muy buenos. Yo he tenido una infancia muy buena, muy buena, muy buena. Gracias a Dios, nunca me ha faltado de nada, aunque he tenido que trabajar mucho también de joven, pero la verdad es que nunca me ha faltado de nada.

-¿Se lo pasaba bien trabajando en esos inicios?

-Sí, pero también es verdad que cuando empecé con mi madre yo era un chaval al que también le gustaba entrar, salir, tú ya me entiende; en resumen, irme con mis amigos cuando no tenían nada que hacer. Pero gracias a Dios, todo muy bien. Mis padres me han educado siendo un trabajador y humilde.

-Antes hemos hablado de su apellido Pecino, pero no hemos hecho mención al puesto que tenían en el mercado.

-Cierto, mi tío Manolo tenía un puesto de chucherías que ponía Frutos Secos Pecino; allí cerca de la plaza Topete.

-Mítico.

-Digo. Que se lo quemaron dos veces. De hecho, él llegó a ser rey mago por las labores sociales que hacía; daba de comer a los pobres, o a gente que estaba enferma les ayudaba. Recuerdo que con un chaval que estaba enfermo en Inglaterra pudo conseguir que fueran sus padres a verlo.

-Y de los frutos secos de su tío a las flores de nuevo. ¿Cómo llega a este puesto de San Severiano desde la Plaza Las Flores?

-Te cuento. Yo llego aquí a través de mis padres.

-¿Este puesto ya estaba?

-Sí.

¿Y ya se llamaba Amparo?

-No.

-Vale, pues usted dirá.

-Jeje. Nombre no tenía. Esto era un puesto de petróleo antiguamente,

-¿Qué dice?

-Y tanto. Aquí se vendían las cosas para los quinqueles, lo que se usaban para iluminar la casa. Yo llevaré aquí 25 años aproximadamente. Mis padres se hacen con el puesto a través de mi padrino, que era el anterior dueño. Entonces, él se jubila y me dicen de cogerlo yo para independizarme ya. Al principio me ayudaron y nada, aquí estoy. Hasta ahora.

-¿Es un negocio duro?

-Hombre, es difícil. Se tienen que pagar unos impuestos y una serie de cosas.

-Y que no todos los días son el de los enamorados.

-Nooo. Mira, de hecho, ahora te puedo atender perfectamente porque estaba con el móvil hasta que de vez en cuando viene un cliente. No es fácil, no. Te explico. Las flores, como se puede imaginar, es un producto perecedero que si no lo vendes, lo tienes que tirar. Esto no es como un donuts que si no lo vendes, te cambian las cosas. Aquí, todo lo que no sea claveles, que es lo que menos duele tirar, todo duele tirarlo. Como tengas que tirar un paquete de rosas, prepara el dinero. Además, todo hay que reponerlo. Todo lo que no se venda se tiene que tirar-

-¿Dónde se hace con las flores?

-Me las traen de Chipiona. A veces, cuando hay algún apuro, por ejemplo este año no había nardos por ningún lado, pues he tenido que salir yo a buscarlos.

-¿Qué es lo que más salida tiene?

-Los claveles y las margaritas. Eso es lo que más se vende.

-¿Qué tal es su clientela?

-La tengo desde hace muchos años y no es solo del barrio; tengo a mucha gente de fuera del barrio que viene solo a comprarme a mí. Eso me enorgullece bastante, la verdad. También tengo mis redes sociales; estoy en Facebook y gracias a eso mucha gente que me sigue también me compra.

-La fecha en la que más vende es...

-El Día de la Madre, ese es el más fuerte. Ni el de los enamorados ni ningún otro. El Más fuerte, el Día de las Madres. Olvídate del Día de los Enamorados; el más grande, el de las madres.

-Está el amor por los suelos...

-Jeje. No sé en las parejas, pero desde luego el Día de las Madres te alivia para unos meses. Eso sí, ese día es una paliza tener que trabajar. Y también, sacrificado. Porque cuando yo tenía a mi madre viva no podía estar con ella ese día porque estás trabajando.

-¿Y en los días más fuertes de venta no tiene ayudantes?

-Sí, claro que me ayudan. Me ayudan mis hijos, me ayudaba mi mujer en los tiempos que estaba. Ahora lo hace mi pareja. Cuando hace falta siempre tengo a los míos para echarme una manilla.

-¿Y por qué el nombre de Amparo?

-El nombre es por mi mujer, que falleció.

-Vaya, yo que lo siento. ¿Y se llamó del tirón como su mujer?

-No, al principio lo llamé Manuel Rosety y después ya lo cambié por el de mi mujer.

-Lleva más de dos décadas anclado en esta esquina, frente por frente de un pabellón señero que se demolió no se sabe a cuento de qué. ¿Cuánta vida ha perdido el barrio sin el Portillo?

-El Portillo lleva tirado ya más de veintitantos. ¡Ya han pasado! Yo lo conocí abierto y creo que no lo van a arreglar por muchas cosas que digan. Hombre, habrá que dar un voto de confianza a estas personas que han salido pero es complicado arreglar eso y no sé cómo estará la economía del ayuntamiento, pero...

-La gran pregunta es por qué lo tiraron.

-Eso nos preguntamos muchos. Esa es la pregunta, sí, que por qué lo tiraron en vez de arreglarlo. Y claro que daba vida al barrio cuando venían aquí los equipos de fútbol para jugar contra el Virgili, que estaba en Primera en ese momento. Venían un montón de equipos de afuera, con sus aficionados. Esto respiraba vida. También la gente que venía al judo, al kárate, a hacer pesas, los chavales que jugaban al futbito, al baloncesto...

-Hablamos del Portillo, pero también se han extinguido muchos negocios de la zona. Usted, que ha visto la vida pasar vendiendo flores en este rincón, ¿cómo ha visto pasar este tiempo de cierres, crisis y nuevas modas?

-Pues la verdad que no es fácil asumirlo; es difícil ver cerrar un negocio. Ahí enfrente, cuando llegué, estaba la Fenicia, que era una tienda de telas y que después fue la farmacia La Marina, que amplió con el local de al lado para unirse y abrir una óptica. Al tiempo, aquello acabó siendo una tienda de colchones, después se monto una tienda de comic mangas 01, pero le subieron el alquiler y el chaval se fue para La Laguna... Ves que cierran negocios y que ya no se abren jamás. Es una pena.

-Habla un superviviente que también habrá pasado momentos malos.

-Muy duros, sí. Yo he pasado la crisis del ladrillo y también esta última del coronavirus, que aunque digan que nos ayudaron, la realidad fue más bien contraria. En el covid se pasó muy mal.

-¿Tuvo que cerrar?

-Sí. Y lo pasé con muy poquita ayuda porque por ese momento, para colmo, tuve una hernia discal y estaba de baja. Y eso fue lo único que yo cobré, no las ayudas que en teoría daban por el cierre por el covid. Así que fue mi Seguridad Social la que me mantuvo el tiempo que estuve de baja por problemas de espalda. Es verdad que tuve una pequeña ayuda, pero no la suficiente como para mantener con cero ingresos una actividad cerrada. Ahora sí han puesto mi profesión como de primera necesidad ya que hay plantas que necesitan un cuidado, pero en tiempos del covid no nos pusieron en esa lista para poder abrir los negocios. Date cuenta que cuando cerramos tuve que venir aquí y tirar un montón de plantas, pero tela. Tela de plantas. Porque aunque yo estaba de baja, bien que yo podría haber venido a regarlas para mantenerlas vivas. Aunque fuera nada más que el tiempo de ir y venir, pero nada; no nos dejaron no solo abrir al público, tampoco cuidarlas.

-Y vaya a saber si recibir flores en esos días tan duros no debería haber sido un bien de primera necesidad.

-Podríamos haberlo hecho para mucha gente a la que le gusta tener flores en su casa. El servicio a domicilio lo tenemos y si ya de por sí gusta llevar flores a otras casas, imagina en esos momentos.

-¿Cómo es un día de trabajo suyo?

-Yo me levanto muy temprano; sobre las siete menos cuarto u ocho menos cuarto, dependiendo si me levanto en Cádiz o en casa de mi pareja, que vive en El Puerto.

Manolo ve la vida pasar rodeado de colores y olores. nacho frade

-¿Le saldrán gratis los ramos?

-Sí, hombre. Jeje. De cuando en cuando cae uno. Jaja. De casa voy al trabajo y espero a que vengan clientes; si no vienen me distraigo con el móvil o me leo un libro que siempre tengo en la tienda. Como aquí en la floristería y de aquí me voy al gimnasio. Voy a mi casa, suelto las cosas y descanso un poco antes de volver a hacer la maleta porque por la tarde hago boxeo.

-Joe, doble sesión.

-Sí, además hago pesas y boxeo.

-Robar no le van a robar.

-Hombre, robar no me van a robar aunque una vez sí que lo hicieron. Es más, este mes tengo un juicio.

-Andá, y yo que creía que iba a hacer una entrevista tranquilita.

-Jeje. Me robaron, pero no tenía nada. Solo algo de dinero que me dejé en la mesa, unos veintitantos euros. No había más nada.

-El disgusto de verse los cristales rotos y el puesto atacado, imagino.

-No, cristales no. Me partieron la parte baja de la puerta. Lo que pasa es que me llamó un policía que conozco que estaba dando un paseo con la mujer y vio cosas raras. Llamó a la policía local y ya se presentaron. Esa ha sido la única vez que he tenido algún problema.

-Toda una vida hasta que le llegue la jubilación.

-No hay más remedio. Jajajaja.

-¿Qué es lo más bonito de su profesión?

-El ver la cara de felicidad de la gente. Por ejemplo, le acabo de hacer la boda a una familia que me compra mucho; le di las gracias porque puso en su Facebook el ramo de novia que compró aquí y dijo estar muy agradecido. Entonces, fui yo el que le di las gracias y me contestó: 'No me des las gracias, yo siempre apuesto a caballo ganador'.

-Jajaja Olé.

-Eso me dijo. Jejeje. Y más allá de ese agradecimiento, yo me quedo con ver la cara de satisfacción de la gente. Pero también tiene sus cosas tristes, eh. Llevarle una corona a una chavala de diez añitos muerta por leucemia. Ese es el cambio. Pasar de eso a llevar un ramo a una persona que acaba de dar a luz. Fíjate, del nacimiento a la muerte. Las dos juegan juntas, como la vida misma.

-Uff, no vea. Deme alguna cosita más alegre que seguro que las tiene.

-También reconforta venir llegar a personas apuradas porque han metido la pata con sus parejas. Y me dicen: 'Oye, que necesito hacer las paces con mi pareja'. Jajaja.

-¿Y le cuentan sus cositas?

-Algunas, sí. Mientras les estoy preparando el ramo con el que va a pedirle disculpas algunos me cuentan el lío y yo les digo 'po no la cagues más'. Jaja. Así de claro. Regálale un ramo, sí, pero regálaselo para darle una alegría y no para pedir perdón.

-¿Cómo es el cliente gaditano?

-No es malote. Es un cliente fácil de atender; muchos por ejemplo vienen y me preguntan por un ramo de flores para regalo y yo, con preguntarles el presupuesto, ya la mayoría me deja que se lo haga a mi gusto. Y me suelen dejar elegir. Y repiten. Vamos, desde luego no he tenido muchos problemas con mis clientes.

-Y yo que me alegro, Manolo.

-Pues muchas gracias.

-No hay de qué.

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