First Dates

Un comensal se sincera en su presentación: «No puedo evitar ser infiel»

Jorge se definió como un «solitario social y un seductor que busca conocer el espíritu de la mujer»

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Para el programa de este jueves los guionistas de «First Dates» tenían preparada una sorpresa. Como ya han hecho en alguna que otra ocasión desde que comenzó el espacio de citas presentado por Sobera, los comensales se sentarían a la mesa con los ojos tapados y solo podrían ver la cara de su pareja después de decidir si querían tener o no una segunda cita.

Una de las primeras en someterse a esta prueba fue Rebeca, una administrativa madrileña de 41 años. «Me apetece tener pareja porque mi hija ya está creciendo y creo que es el momento de retomar mi vida con alguien», le contó al presentador al llegar al restaurante. Rebeca explicó que para que un hombre le guste tiene que «tener buen corazón. Lo que más valoro es el respeto, la sinceridad y el apoyo». A la madrileña le gustaba la idea de encontrarse con su pareja con los ojos tapados: «Si es una persona que juzgue por los ojos no va a tener ocasión de hacerlo».

Su pareja fue Antonio, toledano de 42 años que reconoció que «me ha ido bastante mal en el amor. He tenido dos relaciones serias y no acabaron nada bien». El toledano, con una llamativa y larguísima barba, confesó que era «una persona difícil de entender y complicada, y creo que por eso no he encontrado el amor». Antonio le dijo a Sobera que buscaba a «una chica sincera y que se ría mucho , que le guste la naturaleza...». También a él le agradaba que la cita fuese a ciegas: «Así no tienes prejuicios y conoces mejor a la otra persona».

La conversación fluyó sin problemas y pronto descubrieron los muchos puntos en común que había entre ambos. Charlaron sobre deporte y sobre animales , y un poco más adelante ella le contó que tenía una hija. A Antonio eso no le suponía ningún problema y Rebeca se quitó un peso de encima. Su carácter se complementaba a la perfección y los dos se divirtieron mucho durante la cena. Al final ambos decidieron darse una segunda oportundiad y seguir conociéndose.

Poco más adelante apareció en el restaurante Jorge, un barcelonés de 45 años que trabaja en el sector de la seguridad. «Yo soy un solitario social y un seductor », le contó a Sobera, «pero seductor de día, no de noche. Yo no ligo en discotecas, sino en bibliotecas, librerías y museos». El catalán quiso hacer un matiz: «El ligón busca a una chica para tirársela, yo quiero a una mujer para conocer su espíritu».

Sobera le preguntó por su experiencia amorosa y Jorge presumió de un largo historial de mujeres. «Pero al final nunca funciona, porque yo soy infiel , no puedo evitarlo», dijo con total franqueza, «a mí me gustan todas las mujeres: altas, bajas, gordas, delgadas, feas, guapas...Todas tienen algo para conocer». Su pareja sería Bárbara, una italiana de 47 años que trabaja en Ibiza como vendedora y se lamenta de que «en la isla los amores son muy rápidos».

Una vez en la mesa, él no ocultó su condición de mujeriego y le contó a Bárbara que siempre había sido « un cabroncete y nunca me he enamorado». Esto le hizo a la italiana tener alguna reserva, pero en principio no se cerró a seguir conociendo a Jorge. La conversación siguió fluyendo y había mucha armonía entre ambos, por lo que decidieron tener una segunda cita y profundizar en su relación.

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