«En la playa de Chesil»: La habitación (con vistas al mar) del pánico

El director británico Dominic Cooke adapta y amplía la popular novela de Ian McEwan

Escena de En la playa de Chesil

F. Muñoz

Saoirse Ronan , la adolescente tan llena de autoestima como de inseguridades de « Lady Bird » (por la que estuvo nominada al Oscar), se convierte en «En la playa de Chesil» en una joven recién casada de principios de los sesenta, donde vuelve a mostrarse tan saturada de dudas como de ganas por descubrir el mundo. La neoyorquina pone piel y voz -llamativo su profundo acento británico- a la protagonista de la novela homónima de Ian McEwan, que debe descubrir el amor y la pasión una vez celebrado el matrimonio.

Ficha completa

En la playa de Chesil

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El espectador conoce a la pareja en la habitación del hotel, con todo para consumar el rito. Pero pronto descubre que las excusas empiezan a ser más fuertes que la pasión. Y las dudas de los personajes se trasladan a la sala. ¿Son miedos a lo que está por conocerse o la respuesta inconsciente de un trauma? A base de flashbacks, el director, el británico Dominic Cooke, desliza cómo se fraguó aquel amor con aires universitarios. Y sin salir de la habitación, entre pequeñas aproximaciones y prendas que se caen a cámara lenta, se cuelan los padres de uno y otro, las luchas de clases de una sociedad que estaba a punto de explotar, los trabajos precarios... Y todavía no han llegado a la cama.

«Esta pareja está en 1962, antes del éxito de The Beatles y de esa explosión cultural que fue el rock para los jóvenes, y cada uno de la pareja se queda a uno y otro lado de la frontera que marca ese hito social», explicaba el director del filme en su reciente visita a Madrid.

Lo que termina por suceder en esa habitación (y sin destripar nada) desemboca en un clímax plagado de sutilezas y explosiones verbales en la playa que marcaba el horizonte desde la ventana. Para el lector de la novela, ese es el final de toda la historia. Pero en la adaptación cinematográfica, el propio Ian McEwan amplía su propia libro con un epílogo que abunda en las palabras del director sobre el viaje de cada uno de ellos.

«Nuestros abuelos vivieron el cambio social y cultural más rápido de la historia. En los últimos cincuenta años hemos vivido ese cambio en la forma en la que nos vemos como sociedad», reflexiona el cineasta. «Entre 1964 y 1968, la sociedad reflexionó sobre cómo era y cómo debía ser». Un cambio que evidencia a partir de tres saltos al futuro donde los protagonistas han envejecido en una elipsis que recuerda a la lágrima de «La la land».

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