La ficción cae al lado oscuro de la nostalgia

El pasado se ha convertido en una mina de la ficción, en un pozo lleno de ideas con las que apelar a la memoria y hacer caja. Igual que 'Obi-Wan Kenobi', lo último de Disney+, 'Jurassic World' o 'Indiana Jones' aspiran a convertirse en el icono de una nueva generación. 'Stranger things', en Netflix, es el último fenómeno de esa añoranza prefabricada

Hayden Christensen regresa como Darth Vader en 'Obi-wan Kenobi' Disney+
Lucía M. Cabanelas

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En lo nuevo de Star Wars todo parece hecho a la velocidad de la luz, con prisas. La pequeña Leia corre como Willow y el Obi-Wan Kenobi de Ewan McGregor sigue pareciéndose más al despendolado de ‘Trainspotting ’ que al anacoreta de Alec Guinness , aunque por edad, y coherencia narrativa, debería estar más cerca del sabio maestro que del padawan que fue un día. No importa que la trama deambule sin rumbo, que se perviertan las reglas de un universo con legiones de fans mucho más poderosas que las huestes de soldados imperiales o que el decorado y los escenarios sean tan pobres que ni los jawas de Tatooine podrían venderlo en el mercado negro. El ‘show’ tiene que continuar a cualquier precio y Disney lo sabe.

Los chicos de 'Stranger things' Netflix

También el resto de estudios y plataformas, que rebuscan en el pasado la fórmula de un éxito que se les escapa. Entre tanta oscuridad, su sable de luz se llama nostalgia, la de unos tiempos que muchos no vivieron y que otros ya habían olvidado. Una mina de oro para un futuro incierto pero con una cascada de películas y series que engorda hasta la obesidad un universo seco de ideas, con ‘remakes’, reencuentros y otros inventos para engañar a la memoria. ‘Stranger things’ (Netflix) es el nuevo fenómeno de esa añoranza prefabricada a la que apelan sagas que aspiran a ser eternas, para viejas y nuevas generaciones.

El Maverick de Tom Cruise no olvida las piruetas aéreas en la tardía (y taquillera) secuela de ‘Top Gun’ , y a Jeff Goldblum, Laura Dern y Sam Neill todavía les persigue casi tres décadas después, en ‘Jurassic World: Dominion’ , el temible T-Rex, aunque sea genéticamente modificado. El pasado, más que la vida, se abre camino para echar la vista atrás, para que todo vuelva, incluso el Indiana Jones de Harrison Ford , por quien la edad pasa pero no pesa. No es ajeno a esta tendencia el universo de Star Wars, experto desde el germen de George Lucas en explotar al máximo una idea que, que si se estira bien, es rentable. Aquella galaxia muy, muy lejana está ahora más cerca que nunca. Cada vez más expandida. Y, paradójicamente, cada vez más saturada.

Sam Neill y Laura Dern

«Como en todas las historias clásicas, sus personajes han calado en la sociedad, forman parte del imaginario colectivo y eso las convierte en legado cultural referencial. Usamos el Quijote como referente de persona que vive un sueño imposible, el Buscón o la Celestina como reflejo de la picaresca, la ‘Sinfonía del Nuevo Mundo’ como canto a la esperanza y a Yoda como pozo del saber. Unos usan más a unos y otros más a otros; todos están », reflexiona el ‘todopoderoso’ Arturo González-Campos. Renunciar a ese legado sería, para varias generaciones, como arrancarse un trozo de infancia. Volver, en cambio, es una tentación imperdonable. Aunque sea para criticarla.

Un imperio interminable

George Lucas voló por primera vez a Tatooine en 1977, cuando empezó una trilogía original que en seis años configuró la mitología del universo galáctico y en la que participaron Harrison Ford, Mark Hamill, Carrie Fisher o Alec Guinness. Aquella historia tenía un principio y un final: nadie se planteó expandir el universo en los siguientes veinte años. En 1999, el visionario Lucas rompió su silencio narrativo para contar los orígenes de aquella trama espacial. De nuevo en seis años, la controvertida trilogía de las precuelas resolvió los resquicios de la Fuerza y la perversión de Anakin Skywalker en Darth Vader. Ya entonces se acusó al director de sacrificar la calidad de su obra en favor del puro negocio, sin sospechar que aquella saga tan barroca solo era la punta del iceberg.

Ewan McGregor en 'Obi-Wan Kenobi' Disney+

En 2012, Disney compró la productora Lucasfilm y reventó el mercado. Desde entonces, el imperio se ha expandido con novelas, videojuegos e historietas; ha alumbrado otra trilogía cinematográfica, más criticada que la de las precuelas; dos películas derivadas (‘Rogue One’ y ‘Han Solo’), una docena de producciones animadas y otro puñado de series, la mitad por estrenar y con actores consolidados como Diego Luna (‘Andor’) o Jude Law (‘Skeleton Crew’) . Haciendo balance, este volcán de contenidos ha vivido más momentos oscuros que de luz, pero los fans no han perdido la fe. Ni la Fuerza.

La compañía del ratón, sabedora de que los iconos son tan poderosos como el ‘merchandising’, entendió que cada generación necesita su saga y la guerra de las galaxias se gana por lealtad, desde pequeños. Lo resumió Ewan McGregor durante la promoción de la serie ‘Obi-Wan Kenobi’ (Disney+) , cuya magia reside, precisamente, en recuperar al único personaje que ha sobrevivido a varias generaciones. «Cuando las antiguas películas se estrenaron no fueron bien recibidas porque no había redes sociales ni una vía directa con la que apelar a los fans, que eran niños, como yo cuando salió ‘Una nueva esperanza’ . Tenía seis o siete años y nunca olvidaré ese sentimiento y mi relación con la trilogía original», aseguró el actor. Para el británico, la clave del seguimiento radica en que los que, como él con la original, crecieron con las precuelas, ahora son fieles consumidores de cualquier aventura de sus personajes, y así sucesivamente… Aunque eso implique tensiones entre devotos y modernos, en ese difícil equilibrio entre la referencia y la novedad, la marioneta y el CGI, entre los dos lados de la Fuerza.

La nostalgia, en lugar de unir, divide a los seguidores de Star Wars, que se debaten entre la necesidad de abordar lagunas, desenterrar a viejos héroes como Boba Fett y entregarse a nuevas aventuras, algunas sin más pretensiones que las historietas de ‘The Mandalorian’. «Me gusta que los personajes avancen, crezcan y que los universos se expandan. Lo demás es meterlo en una caja para verlo desde la nostalgia. No entiendo la nostalgia, es hacerle bullying al presente con cosas que, si las piensas, solo tienen de mérito que estaban antes y que, muchas veces, más que la obra en sí, es nuestro recuerdo el que la ha engrandecido», opina González-Campos que, reconoce, seguirá viendo todo lo que salga.

Nadie pide al ilusionista revelar cómo sale el conejo de su chistera pero a todos les gustaría saber el truco. El riesgo está en que, por enseñar demasiado, termine dejando de interesar lo que esconde. «Las historias tienen una arquitectura narrativa sostenible en la credibilidad y tensión de la trama enfocada a un desenlace. Estirar, abrir y abrir subtramas y quiebros desenfocan su solvencia, su veracidad narrativa y empobrecen la marca con la que fidelizarlos al público», asegura Guillermo Busutil , premio de Periodismo Cultural 2021.

«Las trampas insidiosas de la nostalgia» , que escribió Gabriel García Márquez en ‘Cien años de soledad’, lastran el camino hacia el futuro. Después de que los rebeldes explotaran la primera estrella de la muerte, los imperiales tardaron un soplido en levantar la segunda. El imperio de la memoria puede estar así hasta el infinito y más allá.

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