La España rural de Carla Simón llega a la Berlinale
La directora de 'Verano de 1993' regresa al festival alemán con su nueva película, 'Alcarràs'
Escenas familiares, actores no profesionales, un clima y un paisaje que marcan el ritmo de la película , todo muy del gusto de la Berlinale, a la que Carla Simón acerca el drama de la España rural, de las familias abocadas a cambios que no son capaces de digerir y de la pérdida de las edades pasadas. «Este modelo de agricultura familiar no tiene futuro en este momento porque es muy difícil regular el precio de la fruta para algunos agricultores. Cada vez hay más empresas grandes que se dedican al cultivo», explica la directora de 'Alcarràs', que narra la historia de la familia Solé , tres generaciones entregadas a los melocotones.
Simón, cuyo primer largometraje 'Verano de 1993' se alzó con un premio a la mejor ópera prima en la Berlinale de 2017, vuelve a Berlín con un tono cercano al documental y autobiográfico. «Mi familia cultiva duraznos, es una familia muy numerosa, en la que los temas emocionales afectan a todos, por eso me decidí por un trabajo coral, que era muy complejo», explica. Se topa con un público, el alemán, muy volcado con las energías alternativas y para el que resulta un tanto extraño el enfoque en contra de los paneles solares que, en el argumento, son el suplicio de los Solé, por eso aclara que no quiere juzgar la transición a un modelo alternativo como la energía solar.
El personaje de Quimet en la película ve con frustración la llegada de estos paneles solares, se obsesiona con ellos, pero su hermano no duda en cambiar de trabajo para dedicarse a su instalación, una decisión que añadirá tensión a la familia. «Me parecía interesante mostrar que todas las opciones pueden ser válidas y que no hay un 'hacerlo bien' y un 'hacerlo mal'», explica Simón.
El casting de la película fue laborioso, según resalta la directora. Simón y su productora, María Zamora, habían decidido utilizar actores no profesionales y se dedicaron a visitar fiestas populares de la región para identificar y seleccionar a las personas una por una, antes de convencerlas de participar en el rodaje. En total, unas 7.000 personas participaron en ese proceso.
Familia real
«El sistema funcionó tan bien que los actores formaron una familia en la vida real, y ahora se llaman con humor por sus nombres ficticios», dice sobre la experiencia, que desde el punto de vista cinematográfico ha aportado frescura y autenticidad a la cinta. «La experiencia fue brutal, ellos estuvieron muy satisfechos con el trabajo y participaban del enfoque, pasar de estar trabajando el campo a poder mostrar lo duro que es este trabajo y lo poco valorado que es... Me llenó», relata Albert Bosch , uno de esos actores y joven agricultor.
El grueso del realismo de la cinta, sin embargo, lo aporta el carácter autobiográfico. «Es lo que hacía mi familia, cultivar melocotones en Alcarràs, y es una actividad con la que estoy muy familiarizada, un trabajo duro pero idílico en cierto sentido», dice la directora. «Cuando murió mi abuelo fue cuando realmente pude valorar todo aquello. Mis tíos siguen cultivando esos árboles, pero se trata ya de una actividad en vías de extinción porque no hay relevo generacional, de manera que se está perdiendo una forma de vida que era dura, pero muy apegada y en consonancia con la naturaleza».
En el caso de esta historia, la realidad persigue a la ficción y después del rodaje se ha anunciado la instalación de placas solares en el Alcarràs real. «En realidad me parece interesante y necesario este enfoque, que se vea toda la realidad, un ángulo que a veces queda oculto, plantear el dilema de familias como esta, que se tienen que ir de la tierra que han trabajado para que lleguen las placas solares, es complejo», reconoce.
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