Crítica de 'La chica del brazalete': Juicio criminal y prejuicio generacional
Su auténtica revelación es Melissa Guers, que destila toda la complejidad del personaje, y sabe ser inocente, culpable, provocadora, libre, ausente y emocionante
Una familia, el matrimonio, una hija adolescente y su hermano pequeño, son interrumpidos en un día de playa por la policía, que se lleva arrestada a la hija. Es la primera secuencia de la película y se resuelve en un alejado plano general sin apenas otra información. El director, Stéphane Demoustier , irá diseminando todos los detalles de la historia mediante un juicio que se celebra dos años después de esa primera escena: a la joven se la acusa de haber asesinado a su mejor amiga durante una fiesta celebrada la noche anterior a su detención en la playa.
El interés de la película se distribuye en dos lugares distintos, pero contiguos; por un lado, el juicio a la muchacha, donde se revelan unos hechos que la incriminan directamente, y por otro, las consecuencias que esas revelaciones van teniendo en el seno de esa familia, que descubre aspectos íntimos de ella absolutamente inesperados para los padres, convencidos de su inocencia, sí, pero que les revelan una personalidad de su hija ahora irreconocible. Es, por lo tanto, una película de juicios y de intriga, pero también un drama familiar que subraya las enormes diferencias generacionales, tanto en lo cultural, como en lo sexual o emocional. Están perfectamente calibrados los materiales de la sospecha (¿es o no es culpable?), de la justicia (¿cuáles detalles de la manera de ser de la joven son válidos para dictaminar su culpabilidad y cuáles son ajenos a ella y producto de prejuicios y escrúpulos morales?) y de las relaciones familiares (¿hasta dónde están dispuestos a creerse y ayudarse unos a otros?).
La auténtica revelación de 'La chica del brazalete' es la actriz que la interpreta, Melissa Guers, que destila toda la complejidad del personaje, y sabe ser inocente, culpable, provocadora, libre, ausente y emocionante. Es decir, está a la altura del guiño final.
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La chica del brazalete
