El primer restaurante y el último

'Delicioso', en salas de cine, y 'Hierve', en Filmin, hacen al espectador partícipe de un festín en toda regla

Imagen de 'Hierve' Filmin
Federico Marín Bellón

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El oficio más antiguo del mundo tiene mala prensa, pero poco se ha indagado en otro negocio mucho más reciente, que consiste en proporcionar felicidad, además de placer. Dar bien de comer tiene la ventaja de que es apto para todos los públicos que puedan pagárselo. Por eso los cocineros, salvo José Andrés , son como estrellas de rock, ahora también de cine, que no se limitan a alimentar al hambriento; lo suyo tiene poco que ver con la misericordia.

El primero que abrió un restaurante, según el relato escrito y dirigido por Eric Besnard, fue el virtuoso Pierre Manceron , herido en su orgullo cuando el caprichoso duque de Chamfort decide despedirlo por una razón ridícula: el qué dirán. El chef fraguó su venganza y la sirvió caliente, en 1782, al contrario de lo que recomendaba ya entonces la tradición. La revolución francesa, sostiene la película, fue doble.

Según otro viejo dicho, probablemente cancelado, a los hombres se les conquista por el estómago. Hay pruebas sobradas de que a los espectadores también. El cine culinario tiene una rica tradición que sobrevivirá mientras nos queden ganas de comer y de mirar, mientras los virus y la economía nos permitan salir y disfrutar de la comida hecha fuera de casa y de la familia. ‘Delicioso’ promete hacerlo desde el título.

Besnard cuenta que buscaba una historia eminentemente francesa cuando encontró a su Marceron, enriquecido por la mirada bovina de Grégory Gadebois , muy bien acompañado a su vez por la misteriosa Isabelle Carré. El caso de este chef no fue aislado. Los nobles intuyeron el desastre y se esfumaron, dejando a sus cocineros desocupados. Algo tenían que inventar. El Palais Royal de París , reconoce el cineasta, fue en realidad el primer establecimiento, donde «los clientes iban a comer con las prostitutas del barrio». Dos oficios tan antiguos tenían que estar relacionados.

Ficha completa

Delicioso

Delicioso

Por una licencia artística, la trama de la película se traslada a una posada de carretera, naturalmente sin asfaltar, y se le añaden ingredientes históricos, no tan lejanos: los que mandan viven en la opulencia mientras exprimen al pueblo con sus impuestos.

Pero la película no se indigesta con discursos políticos. Prefiere el aliño de la arisca subtrama romántica mientras la cámara se recrea en el espectáculo que ofrecen siempre una buena sartén o una cazuela al fuego. La tercera revolución es interior: la que experimenta el cocinero para ser consciente de su valía como artista. En ‘Supermensch: La leyenda de Shep Gordon’ (antes en Movistar+, ahora en Filmin), se cuenta la historia del mánager que cambió a efímeras estrellas de la música como Jimi Hendrix y Janis Joplin por los chefs , mucho menos perecederos y con una ventaja increíble, ya en el siglo XX: al principio ni siquiera cobraban, ya que se contentaban con promocionar sus restaurantes.

Merceron, con toda su clarividencia, vive algo parecido en ‘Delicioso’ , una fábula agradable, ligera y luminosa, con el mínimo suspense necesario para que el cerebro también participe del festín que se dan los sentidos.

De la revolución francesa al Brexit

Un salto de dos siglos y medio nos lleva al segundo plato, en un restaurante de moda en Londres. Philip Barantini, que fue chef y actor antes que cineasta, ya había convertido en cocinero al grandísimo Stephen Graham en ‘Punto de ebullición’ (2019). El premiado corto renunciaba al uso del cuchillo en el montaje. Un solo plano secuencia seguía al chef en su local de lujo, durante 22 minutos. ‘Hierve’ , estrenada en Filmin, mantiene la pirueta durante hora y media. No es la primera película que utiliza el recurso, pero sí una de las pocas en las que la moda no resulta artificial.

La campiña francesa se cambia por el trabajo frenético del local, entre inspecciones sanitarias, clientes odiosos y las crisis personales de los personajes, agobiados en un día particularmente estresante. Al recital de Graham, que siempre parece una granada de mano con la anilla colgando, se unen sus compañeros de reparto (sobre todo Vinette Robinson ) en este original ‘gastro-thriller’ que dispara en muchas direcciones, también sin que su lado reivindicativo llegue a eclipsar el sabor de la historia.

La cámara entra y sale del local alguna vez, pero nunca se permite un respiro. Cabe imaginar cuántas veces habrán ensayado una coreografía que asombra, por su precisión y porque en medio de esa vorágine nunca se pierde el foco de contar algo interesante. Si la película sirve además para que los clientes seamos un poco más comprensivos y menos cretinos, habrá conseguido uno de sus propósitos. En el peor de los casos, solo por ver a Stephen Graham en el punto exacto de ebullición merece la pena.

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