Crítica de 'El vientre del mar': El hundimiento de la humanidad

Agustí Villaronga retrata en blanco y negro la historia de una infamia, alegoría de todos los naufragios y las infamias

'El vientre del mar'
Federico Marín Bellón

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Agustí Villaronga es un autor insobornable, capaz de rodar en blanco y negro un naufragio sin salir a mar abierto. 'El vientre del mar' está en las antípodas de 'La Fortuna' , no digamos de 'Titanic', aunque también habla del hundimiento de una fragata, en 1816, pocos años después del de La Mercedes, origen de la serie de Amenábar .

El director de 'Pa Negre' sigue anclado en el drama, aquí para contar la tragedia de la fragata Alliance , de la Marina francesa, frente a Senegal. Un barco europeo a la deriva en las costas africanas, el mundo al revés, es una alegoría con paralelismos actuales obvios, subrayados en la película, por si queda algún despistado.

Antes que película, este naufragio fue un cuadro de Théodore Gericault , 'La balsa de la medusa', colgado en el Louvre, y formó parte de la novela 'Oceano Mare', de Alessandro Baricco , que tiene un capítulo titulado precisamente 'El vientre del mar'. Que acabara en película era cosa de valientes. Villaronga respeta la vocación teatral del texto y lo lleva a la gran pantalla sin abandonar del todo las tablas, aunque unas pocas vías de agua ayudan al espectador a entrar en situación. Es cine, teatro, literatura y pintura. Dos supervivientes aportan sus versiones, tan opuestas como su clase social. En ningún caso caben adornos para explicar la muerte de decenas de personas, en una agonía de varios días. Es la historia de una infamia, alegoría de todos los naufragios y de todas las infamias, pasadas y actuales.

Premios en Málaga

'El vientre del mar' viene de arrasar en el festival de Málaga. Su virtud más obvia es la fotografía, de belleza sobrecogedora, de Josep M. Civit y Blai Tomàs . Villaronga no ha perdido la capacidad de impresionar nuestras retinas con imágenes imperecederas. Pese a la falta de opulencia de la producción, el cineasta no se resigna nunca a la modestia visual. Hay poesía en su retrato de este cementerio a la deriva, «un inmenso jardín de muertos sin cruces ni límites», un escenario en el que no tardará en aparecer la locura por la supervivencia.

En el reparto no es fácil reconocer demasiados rostros, pero llaman la atención los de Òscar Kapoya y Roger Casamajor , actor habitual de Villaronga, con quien ya trabajó en 'El mar' hace más de veinte años, entonces sin vientre pero con entrañas. La película es una obra de arte, pero como se decía al principio de este comentario no es fácil ni mucho menos comercial. En Málaga, el público y el jurado, sobre todo, se entregaron a la causa. Es muy posible que el espectador moderno sea capaz de asimilar una propuesta tan carente de concesiones.

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