Crítica de 'Dios mío, ¿pero qué nos has hecho?': Bromas sobre la familia multicultural y la ensalada de razas
Esta, como las dos anteriores, tiene una doble gracia, la propia de una comedia ligera llena de gags y situaciones exageradas y ridículas
Tercera película en la que el director Philippe de Chauveron le echa un vistazo a la familia Verneuil, un matrimonio totalmente liberal y, por lo tanto, lleno de prejuicios semienterrados, y sus cuatro hijas, cada una de ellas casada con representantes de razas, culturas y religiones que ponen a prueba la gran liberalidad del padre de familia, Claude Verneuil, con menos filtro que un Chester, y que interpreta el actor Christian Clavier, con un catálogo de gestos y de braceo que dejaría a Louis de Funes en poco más que una escultura viva de Las Ramblas.
Esta, como las dos anteriores, tiene una doble gracia, la propia de una comedia ligera llena de gags y situaciones exageradas y ridículas, y la muy excitante de poner de los nervios al mundo progre con su tratamiento absolutamente ‘incorrecto’ de toda la hojarasca trivial sobre los clichés de judíos, orientales, africanos y musulmanes. Una sobreabundancia de chistes y burlas tan pegadas al estereotipo que llenará de mohínes la cara del buen centrista de izquierdas.
Ficha completa
Dios mío, ¿pero qué nos has hecho?
El argumento es, como debe de ser, una tontería: el matrimonio va a celebrar sus 40 años de casados y vienen a una fiesta los padres de sus yernos, mucho más judíos, africanos, orientales y musulmanes que sus hijos, lo cual les permite al guionista y al director divertirse con esa idea de la gran familia multicultural y multirracial. Les divierte a ellos, y también al espectador que quiera unirse a la fiesta de leña al dogmático y cancelador. Pero, lo cierto es que cualquier persona adulta, formada, informada y de mente sana no corre otro peligro con las bromas de Chauveron y sus Verneuil que el de no tomárselas en serio e, incluso, no reírse con ellas.