Crítica de «Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald»: Poca fauna y un exceso de flora

Lo que no hace esta segunda parte con respecto a la primera es mejorarla. Se aprecia que es una lucha a largo plazo, con lo que habrá serie para rato.

Los hermanos Scamander y Leta Lestrange ABC
Oti Rodríguez Marchante

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Lo que hace esta segunda parte con respecto a la primera es llevarse la historia hacia una inevitable saga que necesitará papel y lápiz para poder seguirla. Y lo que no hace es mejorarla, pues en la primera había una alucinante inventiva para construir una fauna ilusoria (o sea, bichos raros, graciosos, temibles, borgianos…) y en esta el bicho pasa a un muy segundo término para sumergir al espectador en un farragoso relato en el que el mago ecologista Newt Scaramander (el frágil y alelado Eddie Redmayne) y su extravagante compañía van y vienen sin excesiva gracia ya para frustrar los planes malévolos (¿?) de Grindelwald (un Johnny Depp al que se le pega algo la sosería y poca gracia de Redmayne). Y se aprecia que es una lucha a largo plazo, con lo que habrá serie para rato.

Misma guionista, la multinacional J.K. Rowling; mismo director, David Yates, experto en Harry Potter y hombre de confianza de Rowling, y mismos protagonistas y ambientes…, incluso misma musculatura de producción y de espectacularidad. Pero ya completamente despojada esta entrega del sentido del humor, del factor sorpresa (en realidad, lo sorprendente es la lentitud con la que se mueve un argumento que supuestamente busca rapidez), y de pegada romántica, pues ya ni siquiera tiene encanto la relación entre Redmayne y Katherine Waterston, como si a ambos se les hubieran reblandecido sus varitas mágicas.

Tal vez sirva de aliciente que Jude Law interprete aquí a un Albus Dumbledore sin la barba blanca de Richard Harris (lo que convierte la aventura de Scaramander en una precuela de Harry Potter, aunque no lo reconozcan así los autores) y su relación oscura y fraternal con el villano Grindelwald. En todo caso, es un aliciente a plazos, un interés que lo iremos pagando, o cobrando, en próximas entregas. Allá cada cual si se puede permitir más cuotas y préstamos en su vida.

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