María Toledo disfruta de una cerveza en el toledano bar La Flor de la Esquina
María Toledo disfruta de una cerveza en el toledano bar La Flor de la Esquina - ABC

María Toledo: callejeando por la Ciudad Imperial

Es una de las cantaoras de flamenco más singulares del panorama actual, y nos enseña los atractivos de su localidadad

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Llevar el apellido artístico de la ciudad que la vio nacer es una responsabilidad que en estos momentos lleva con mucho respeto y un éxito reconocido. María Toledo arriesgó hace años dejando sus estudios de Derecho para adentrarse en el difícil mundo del flamenco interpretado por una mujer, y además no de la forma más convencional que se podía esperar. Su talento y su sentimiento los derrocha a través de una enorme voz, pero a la que une la sensibilidad de sus manos interpretenado cada canción al piano. Unas notas que esculpen con precisión unas manos rematadas con el personal color rojo de sus uñas.

La joven cantaora toledana está en plena gira de su último disco, «Magnética», y eso la está haciendo visitar varias ciudades de España.

Es un momento importante en su vida, que se toma con una filosofía consistente en «seguir siempre trabajando, porque lo mismo hoy es genial que mañana las cosas no salen como uno esperaba. Nunca se sabe. No puedes bajar la guardia nunca».

La intensa actividad de estos días no impide que en sus momentos libres siga disfrutando de su ciudad, por la que hacemos un recorrido gastronómico y de tapeo al gusto de esta artista de sonrisa espontánea y luminosa.

Para cualquier persona de fuera de Toledo, esta ciudad milenaria es sinónimo de su casco antiguo inigualable, contenedor a lo largo de cientos de años de la historia que forjó a este país. Pero hay que tener en cuenta que solo una sexta parte de su población vive dentro de su recinto amurallado. El resto hace su vida cotidiana en otros barrios que se extienden a lo largo de dieciséis kilómetros de distancia de punta a punta, en los que comer o tapear también son una garantía de pasar un buen rato. De hecho, la cita con María Toledo comienza en el barrio en el que nació, Santa Teresa, y sigue en La Reconquista.

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En esa zona de expansión de la ciudad a partir de finales de los años 40 se encuentra el restaurante El Albero, que Javier Galán regenta desde hace unos 30 años. Un local pequeño y acogedor con sabor a comida personal y casera que, como su propio nombre evoca, tiene sus paredes adornadas con carteles taurinos y fotos de toreros relacionados con Toledo, aunque lo que resalta es una instantánea de otro toledano ilustre y nada relacionado con el toreo, como es el tenista Feliciano López. «Aquí nos conocimos un día y ya nos hicimos amigos», cuenta María, de El Albero.

«Yo soy de barrio y, por lo tanto, me gustan las cosas que tiene. Como me gusta ir donde te conocen, y aquí empecé a venir con mis padres. De este restaurante me gusta todo, porque cada día es diferente, pero me quedo con el foie caliente, que fíjate lo sabroso que es que un día invité a un empresario mejicano y se llevó un táper para su país», recuerda María mientras degusta este excelente plato acompañado con un vino Pedro Ximénez.

Muy cerca de allí, y al lado de donde nació la artista, se encuentra La cepa andaluza, uno de los locales más típicos de la zona conocida en la ciudad como la de «las cervecerías de Santa Teresa», que desde los años 90 es una ruta de tapeo obligada para nativos y visitantes. «La cepa», para María, es lugar de culto. No solo porque allí se decidió, cuando tenía solo nueve años, que su nombre artístico sería el de María Toledo, sino por el exquisito rabo de toro, sus callos, la ensaladilla rusa o el calamar de roca.

Pero ahora «hay que subir al Casco», que es la expresión que los toledanos utilizan para ir de tapas, de compras o de gestiones a la zona antigua de la ciudad. Dentro de las murallas se encuentra la mitad de los locales hosteleros de la ciudad. Más de cien diseminados por sus calles estrechas y plazas, desde las más céntricas hasta las casi ocultas, que en el buen tiempo invitan a que las horas no pasen. Una oferta variada y atractiva para los miles de turistas que frecuentan la Ciudad Imperial.

La primera parada al llegar a la zona antigua es un local recién reformado en el número 2 de la calle Pozo Amargo, a veinte metros del Ayuntamiento, cuya fachada diseñó y construyó el hijo del Greco, Jorge Manuel Theotocópuli, y, por tanto, junto a la impresionante catedral gótica. Lab Cocktail bar es un establecimiento especializado en combinados que regenta José Antonio Guío, y al que María Toledo acude al reclamo de uno de los cócteles que curiosamente lleva su nombre, de lo que se enteró por Internet. «A mi mujer le gusta María Toledo, y lo que le gusta a mi mujer me gusta a mí», argumenta el dueño del local, al que la cantaora le inspiró un combinado compuesto por ron macerado con canela y café, sirope de chocolate blanco, zumo de naranja, sirope de mango y chile, rematado con reducción de coca-cola. María se dispone a probarlo por primera vez y, tras los segundos de degustación, da el visto bueno y su agradecimiento.

De salida, y al paso por la plaza del Ayuntamiento, María Toledo recuerda sus actuaciones delante del pórtico de la catedral con David Amargo y David de María. La duda hace si dirigirnos hacia los bares de la zona de San Justo, donde acudía al conservatorio de música, o a los situados en la plaza de Juan de Mariana, cerca del edificio universitario de san Pedro Mártir, donde estudió su carrera de Derecho, que de momento ha aparcado. Opta por esta segunda para llegar a la Flor de la esquina, que dirige Pepe Mesa. Al lado de otros locales de moda, este ofrece, especialmente en época de buen tiempo, una terraza maravillosa. Frente la iglesia de los Jesuitas, la noche brinda la vista de la emergente e iluminada aguja de la catedral por encima del resto de edificios. Y si es en verano, también música. Pero, claro, todo eso sin un buen servicio y una variada carta de pinchos, tapas y menús no sería tan digerible. Antes de salir hacia el último destino, y como ya ocurrió en las otras visitas, María se hace la foto de rigor con los empleados.

Después de sortear por las calles céntricas a cientos de turistas, nuestros pasos se dirigen hacia el templo de las carcamusas, que junto con el mazapán son los dos productos de mesa más típico de esta ciudad milenaria. El tipismo y la imagen castiza que desprende la fachada del bar restaurante Ludeña dan la impresión de que el local lleva allí más tiempo que el propio recinto de piedra que envuelve el peculiar Corral del Don Diego, al lado del Alcázar y la plaza de Zocodover. Aunque su cocina ofrece más cosas, el Ludeña que hoy regenta José Luis Ludeña Herrera lleva su larga historia de 54 años ligada al plato que creó a mediados del siglo XX, las carcamusas, cocinado a base de magro de cerdo, con guisantes y salsa de tomate con tono picante.

Aquí María Toledo es recibida con los brazos abiertos por Toni y Cano, dos simpáticos camareros que de inmediato piden a la artista a hacerse una fotografía en el interior de la barra. Mientras se degustan las deliciosas carcamusas, el Ludeña brinda otro detalle al hacer sonar en su famosa máquina de discos (hoy de cedés) el último trabajo de María Toledo. Así, en medio de la conversación suenan algunas canciones de «Magnética», un disco de versiones del flamenco en el que participan dos históricos: Carmela, de «las Grecas», y «el Pele». Es un disco diferente, que es lo que quiere ser María Toledo, siguiendo los consejos del maestro Capea. «Un arte muere cuando de generación en generación no se aporta nada; por tanto, nosotros, la nueva generación, tenemos que aportar cosas diferentes en el flamenco. O como me dijo el gran Paco de Lucía: la pureza eres tú mismo, cantes lo que cantes». Con esta reflexión, María se despide para preparar un inminente concierto en Córdoba.

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