CORONEL. Castelo Branco.
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Por orden del almirante

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Pocas personas saben que al frente de la delegación que acompaña a la selección brasileña figura un coronel llamado José Haroldo Castelo Branco. La relevancia del cargo que ostenta y la no menos grandilocuencia de su nombre están plenamente identificadas con su responsabilidad: este militar en la reserva es el jefe de seguridad de la Confederación y de su buen hacer depende la integridad del combinado brasileño, así como de los rivales que lo visitan.

Esta imagen es uno de los legados de la época, nada lejana, en que el presidente de la Confederación Brasileña de Deportes (predecesora de la CBF actual) era un almirante, altamente relacionado con el gobierno militar que dirigía el país. De hecho, la mayoría de los miembros de la comisión técnica del Brasil de Pelé, Tostao, Gerson y compañía, campeones del mundo en 1970, pertenecían al ejército, en sus diversas acepciones. El cambio en la denominación se produjo en 1980 y entonces apareció un civil en la presidencia de la asociación futbolística más envidiada de un país.

No es de extrañar, por tanto, que Castelo Branco lleve ligado a esta federación más de cuarenta años, en una relación que inició como supervisor de las selecciones inferiores del país y que ha llegado al punto de situarle como garante último de la seguridad de la selección, deber que comparte con el de coordinador de los campeonatos de fútbol de las comunidades más pobres del país.

En todo caso, este hombre vela todo lo que puede y más por sus protegidos, hasta el punto de hacer sobrevolar un helicóptero por el campo donde se estaba entrenando la selección antes de un amistoso en Brasil o de acordar con las autoridades suizas la vigilancia del lago de Weggis al que daba el hotel donde estaba concentrado el equipo. Una patrullera del ejército se encargó de navegar en esa área para impedir que cualquier embarcación tuviera acceso a las inmediaciones de la concentración y las calles adyacentes fueron asimismo ocupadas por un servicio privado de seguridad. Sin embargo, pese a lo que pueda parecer, la flexibilidad es una de las grandes virtudes de este prójimo y no son pocas las ocasiones en que el contacto de los jugadores con los aficionados es permitido, así como tolerada la anarquía en la relación con los medios.