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Un millón de fieles le despiden en Cracovia

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Antes de su visita histórica a Auschwitz, el Papa celebró por la mañana una misa multitudinaria en Cracovia, en la gran explanada de Blonie, tal como solía hacerlo Juan Pablo II. El acto fue la constatación de que al final de su viaje de cuatro días Benedicto XVI ha logrado ocupar su puesto en el corazón de los polacos, pues una muchedumbre de un millón de personas -o millón y medio, según la organización- acudió a la ceremonia.

Muchos eran jóvenes que el día anterior habían asistido en el mismo lugar al encuentro con Ratzinger y pasaron la noche allí. El resto eran miles de familias, parejas y grupos de jóvenes, equipados con sillas plegables o de pie entre el barro, que siguieron la misa a través de pantallas gigantes. El escenario se divisaba muy lejos y la vasta extensión de cabezas y banderas polacas daba la idea de un acto único.

La misa fue la despedida de Benedicto XVI de la ciudad y al final de la ceremonia la multitud entonó el 'Sto lat', un canto tradicional polaco que desea cien años de vida al homenajeado. «Al inicio de mi segundo año de pontificado he venido a Polonia y Cracovia por una necesidad del corazón», dijo Ratzinger en la homilía. Luego, al dejar el Palacio Arzobispal antes de desplazarse a Auschwitz, saludó: «Nos vemos en Roma, y si Dios quiere, de nuevo en Cracovia», dejando abierta la puerta a un nuevo viaje a Polonia. De momento, el 8 y 9 de julio irá a Valencia y en septiembre, a su Baviera natal, en Alemania. Cerrará el programa de viajes de este año en noviembre, yendo a Estambul.

En la misa de Blonie, Ratzinger enlazó con lo que luego diría en su discurso de Auschwitz, acerca del misterio que rodea la existencia: «Creer quiere decir antes que nada aceptar como verdad lo que nuestra mente no comprende del todo (...), un consenso a tal limitación de la razón no se concede fácilmente».