VIOLENCIA. Varios iraquíes trasladan en un camión el ataúd con una de las víctimas del atentado de Kerbala. / AP
MUNDO

La espiral de venganzas entre chiíes y suníes se cobra más de 70 vidas en Irak

Tres atentados con coche bomba matan a una treintena de personas y aparecen más de 40 cadáveres con tiros de gracia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La situación en Irak es insostenible y también parece irreversible. La violencia cada jornada eleva su intensidad y la guerra civil no declarada entre suníes y chiíes siembra de cadáveres todos los amaneceres dentro de un círculo vicioso de venganzas interreligiosas. El optimismo de Bush es desmentido a golpe de atentados y noches de cuchillos largos.

Las estadísticas recogieron ayer la explosión de tres coches bomba con un balance de treinta muertos en Bagdad y en la ciudad santa chií de Kerbala, además del hallazgo en la capital de 43 cadáveres 'ajusticiados' con certeros tiros en la cabeza dentro de la contienda fraternal que enfrenta a las dos comunidades religiosas del país pérsico desde la destrucción de la mezquita de Samarra el pasado febrero.

El atentado con más víctimas se registró en Kerbala. Dejó veintidós muertos cuando a primera hora de la mañana un suicida al volante de un vehículo cargado de explosivos lo hizo estallar cerca de una estación de autobuses en el centro de la ciudad, donde también hay un complejo de viviendas gubernamentales. Kerbala es venerada por la mayoritaria comunidad chií de Irak, ya que acoge los mausoleos de los imanes Husein y Abás, hijos del imán Alí, yerno y primo del profeta Mahoma. Por ello es objetivo de los ataques terroristas que se atribuyen a los suníes, sus históricos rivales confesionales.

Poco después, a unos 110 kilómetros al norte, otros dos vehículos cargados de explosivos fueron detonados en el barrio suní Al Adamiya de Bagdad. El presunto ajuste de cuentas causó once muertos. Según el Ministerio del Interior, el primero de los dos atentados tuvo como blanco un puesto de control policial cercano a una base del Ejército y mató a once personas, en su mayoría soldados iraquíes, mientras que otra persona murió en un segundo ataque contra una patrulla militar en la misma zona. Dos policías perdieron la vida y varios resultaron heridos después de que su unidad fuera atacada por un grupo de insurgentes en el oeste de la capital. Un grupo de pistoleros ametralló en una carretera el convoy, integrado por tres vehículos.

La Policía anunció, asimismo, que con las primeras luces del día se hallaron los cadáveres de 43 personas con señales de haber sido torturadas, y algunos con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, antes de ser asesinadas con tiros de gracia. Según el Ministerio del Interior, 28 de los 42 cuerpos fueron localizados en distintos barrios de la orilla oriental del Tigris, mientras que otros 14, en áreas situadas al otro lado del río, que divide Bagdad en dos partes.

Desmentido británico

Cientos de cadáveres han sido hallados a lo largo de Irak durante los pasados meses, producto de una serie de ajustes de cuentas entre chiíes y suníes, las dos confesiones religiosas que conviven en el país, junto con la etnia kurda. La nueva entrega de la constante ola de violencia que asuela al país del Golfo llegó un día después de que un helicóptero británico fuese presuntamente derribado por fuerzas insurgentes y se estrellara en el centro de Basora, lo que produjo un enfrentamiento entre los militares de Londres y los habitantes de la ciudad. Todo ello se tradujo en la muerte de cinco civiles, entre ellos dos niños.

Fuentes militares de Reino Unido negaron ayer que los ciudadanos cayeran por disparos de sus soldados. Las fuentes dijeron a la BBC que lo más probable es que fueran víctimas de las armas de fuego de pequeño calibre así como de los morteros con los que los insurgentes atacaron a los militares.

El general John Cooper, comandante de las fuerzas británicas en Irak, aseguró que sus hombres no tiraron contra la muchedumbre, sino que se habían limitado a efectuar disparos para disuadir a los atacantes. Cooper añadió que se pondría en contacto con sus colegas locales para tratar de averiguar lo ocurrido, que describió como una reacción a un incidente violento. «Son cosas que pasan».

Las autoridades decretaron el viernes un toque de queda que ha estado en vigor todo el fin de semana para intentar calmar los ánimos y controlar la situación, algo que ya había ocurrido ayer, según manifestaron fuentes británicas.

El Gobierno de Londres no ha revelado aún la identidad de los militares muertos al ser derribado su helicóptero. El titular de Defensa, Des Browne, dijo que en el aparato viajaban un máximo de cinco militares. Uno de ellos, al parecer, salvó la vida, pero no dio más precisiones. El júbilo de la muchedumbre por la caída del helicóptero ha causado un fuerte impacto en Gran Bretaña por la creciente hostilidad que se denota.