FUTURO. Los comerciantes no se quejan de la reforma de la plaza, en la que confían para mejorar el negocio, sino de las formas. / T. S.
Jerez

Los bares de la plaza del Arenal se quejan del trato de Urbanismo

Los propietarios critican que se les haya obligado a comprar nuevas terrazas para conseguir las licencias Inician su nueva andadura cargados de deudas, pero con optimismo

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La reapertura parcial de la Plaza del Arenal tras las obras para la construcción del aparcamiento subterráneo ha devuelto el futuro a muchos de los comerciantes de la zona, que confían en que ahora regresen los buenos tiempos tras dos años en los que la pérdida de clientes ha sido masiva.

Sin embargo, muchos empiezan esta nueva andadura con la sensación amarga de que las obras de la plaza no debieron haber empezado sin que se hiciera un estudio del impacto negativo que tendría en los negocios y, sobre todo, con las quejas hacia la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU).

El comienzo de las obras lo tiene grabado a fuego el dueño de la cafetería La Concha, José Martín, que recuerda que el 24 de mayo de 2005 «llegaron las máquinas sin previo aviso, y los operarios me obligaron sobre la marcha a quitar la terraza que yo había sacado a la calle».

En este tiempo, Martín hace hincapié en que ha pasado un infierno por la pérdida de clientes, que llegó a tal extremo que «muchos días no entraba ni una persona en la cafetería», pese a que durante los nueve años en los que él lleva al frente de este negocio «siempre he podido salir adelante con una buena clientela». Esta situación provocó que aumentaran sus deudas, que le dejaron «al borde de la quiebra y por las que casi pierdo mi casa, que el banco me quiso embargar y sacar a subasta».

Pese a todo, Martín reconoce que la construcción del parking es una buena iniciativa «que seguramente nos traerá más clientes», aunque se queja de que nunca llegaran las ayudas prometidas y de que «Urbanismo nos haya apretado las tuercas hasta el final».

En este sentido, este comerciante se quejaba de que cuando la GMU de Pedro Pacheco les informó de que podrían abrir los bares durante la Semana Santa, también «nos obligó a renovar todas nuestras terrazas y gastarnos entre 3.000 y 4.000 euros en adaptarnos a los nuevos criterios estéticos, pese a que la plaza sigue todavía en obras». «No hay derecho a que después de dos años en obras y casi en quiebra nos dijeran que no nos concederían la licencia si no cambiábamos el mobiliario», añadió.

La misma queja expresaba ayer el propietario de la Heladería La Polar, Joaquín Valls, una establecimiento que lleva en esta zona desde 1935 y que asegura que «ahora es como si abriéramos de cero, porque no sabemos como va a ser el futuro y si de verdad la reforma de la plaza nos va a beneficiar tanto como dice la gente».

Valls define sin tapujos como «criminales» los casi dos años de obras y no quiere ni acordarse de la Semana Santa del año pasado «cuando me cerraron literalmente el paso de clientes al local con un valla que resguardaba de un gran boquete».

Sobre la terraza, está de acuerdo en que «hay que cuidar la estética de la plaza, y evitar que cada uno de nosotros pongamos sombrillas de publicidad sin una uniformidad». Sin embargo, coincide con el resto de propietarios en que «sólo hace cinco años que nos obligaron a cambiar la terraza, que no hemos utilizado durante dos, y ahora nos han empujado a ser los primeros en renovarla, mientras que al resto de establecimientos del casco histórico les han dado de plazo hasta junio, cuando tendría que haber sido al revés».

Pese a todo, no quiere mirar al pasado ni lanzar mensajes negativos, y afirma que «las deudas están ahí, pero lo importante es que ya podemos empezar a vender y a recuperar el negocio. Ya empezamos a ver la luz al final del túnel».

La misma situación y quejas las comparten una veintena de comercios cuyos propietarios, como la de Prensa y Revista Arriaza, creen que «las ayudas que nos prometieron nunca van a llegar, porque si no las gestionaron en su momento no lo harán ahora».

En opinión de Eva Arriaza, «hemos perdido mucho y nos hemos hipotecado para poder seguir al frente de este negocio que abrieron mis padres hace 40 años», al tiempo que destacó que «desde que la plaza se abrió no hemos notado un aumento de la clientela, pese a que la gente se cree que vamos a hacernos ricos a partir de ahora».