CÁDIZ

De la Habana a Cádiz

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La entrada del número 18 de Manuel Rancés da idea de que aquella finca vivió tiempos muchos mejores. Y eso se nota a pesar del antiestético adoquín de hormigón que han colocado en todo el suelo de la casa puerta, casi hasta llegar al patio.

Superado el vértigo inicial que produce tamaño atentado contra el buen gusto, la vista se alegra en ese patio esplendoroso que parece conservar su madera original y hasta sus pozos, lleno de vegetación y de luz. La casa, según cuenta Jaime MacPherson Grosso, perteneció a su abuela, Susana Burnham, hija de un comerciante y banquero de La Habana que recaló en Cádiz por pura casualidad y con el único fin de poder enterrar a su hermano, fallecido en alta mar en viaje tormentoso. A la muerte de Santiago Burnham, su hija decidió invertir la venta del patrimonio habanero en varias propiedades en la misma ciudad de Cádiz y de esta manera compró este inmueble de Manuel Rancés y el colindante, el número 16. Actualmente, el número 18 pertenece a una sociedad constituida por dos conocidos periodistas.