Prodi no olvidó ayer su ejercicio diario. / AFP
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Los aliados de Berlusconi se distancian de su afán por invertir el resultado electoral

El todavía primer ministro habría llegado a pensar en dictar un decreto para volver a contar los votos Prodi invita a 'Il Cavaliere' a «irse a casa de una vez»

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Silvio Berlusconi leyó el pensamiento a los periodistas que le esperaban la noche del miércoles a la puerta del Quirinale, sede de la presidencia de la República: «¿Qué creíais, que os habíais librado de mí?». El magnate italiano se resiste a perder como gato panza arriba y, abandonada ya su imagen de moderación del día siguiente a las elecciones, ha vuelto por sus fueros. Se está impacientando. Ha dicho que ha habido «muchos chanchullos», en esencia una denuncia de fraude, y que el resultado no sólo «debe cambiar», sino que «va a cambiar». Además, no ha dudado en falsear los datos en un asunto tan delicado. Habla de más de un millón de votos irregulares en la Cámara de Diputados, pero en realidad está metiendo en el mismo saco los blancos (440.000), los nulos (611.000) y los impugnados (43.000). La verdad es que son sólo estos últimos, los apartados por las mesas electorales ante las protestas de los observadores de los partidos, los que se están verificando, siguiendo la ley. La respuesta de Romano Prodi fue simple: «Váyase a casa de una vez».

El proceso de comprobación terminará entre hoy y mañana, pero para dar la vuelta al resultado -los 25.000 votos de ventaja de Romano Prodi- Berlusconi necesitaría que le adjudicaran más de la mitad de las papeletas y que ninguna fuera asignada a la oposición. Según la experiencia de estas reclamaciones, sería algo casi imposible, y como mucho quizá se altere levemente el recuento final. En su desesperación, según contaba ayer la prensa italiana, Il Cavaliere habría llegado a pensar en dictar un decreto para ordenar contar todos los votos de nuevo, una hipótesis extrema que el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, le habría rechazado.

«No cambiará nada»

En este grotesco compás de espera, crispado aún más por el magnate, la imagen de Italia sigue deteriorándose y todos sus aliados se han sentido en el deber de imponer serenidad. Ante el escándalo de que todo un primer ministro insinúe un fraude electoral, incluso Forza Italia ha matizado que Berlusconi quiso decir «errores» en vez de chanchullos. Los representantes de los otros tres partidos del centroderecha le dejaron ayer solo, con más o menos nitidez, en esta cruzada desesperada. El más explícito fue el secretario general de la democristiana UDC, Lorenzo Cesa, que dijo exactamente lo contrario que Il Cavaliere el día anterior: «El resultado electoral no cambiará». «El examen de las papeletas impugnadas es algo normal, siempre se hace, pero no cambiará nada», explicó transmitiendo normalidad.

Desde Alianza Nacional (AN), segunda fuerza de la coalición, Ignazio La Russa matizó las palabras de Berlusconi: «Yo no tengo noticias de que haya habido trampas, pero no tengo sus fuentes». La posición de este partido es más realista: cumplir el trámite de esperar la revisión de papeletas, por si acaso hubiera suerte y por agotar las posibilidades ante una diferencia de votos tan escasa, pero sin hacerse ilusiones. Hasta la Liga Norte, siempre combativa, se ha apuntado a la línea pragmática. Uno de sus ministros, Roberto Maroni, dijo sin rodeos que La Unión de Prodi «tiene no sólo el derecho, sino el deber de gobernar, así como la oposición tiene el deber de hacer oposición».

Esta resbaladiza fase de transición que atraviesa Italia terminará la próxima semana, con la declaración oficial de los resultados. Sin embargo, el mes y medio que tardará en formarse el nuevo Gobierno, por la coincidencia de fechas con el relevo de Ciampi, seguirá dejando Italia en un limbo político muy inestable.