LA PARIHUELA

La ola

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En la controversia del Resucitado, hay un asunto mayor que una disparidad de criterios sobre cómo trasladar una imagen. Todo este asunto es un aviso a navegantes de que algo ha cambiado entre las personas que representan los derechos y la masa social que hay detrás de una hermandad. Hay quien se había mal acostumbrado a escuchar, durante décadas, lo que les apetecía oír en cada momento y a no dar argumentación alguna sobre su parecer. En la mayoría de los casos, su santa voluntad «iba a misa» porque todos eran sumisos a sus deseos y si algunos osaban a contradecir su opinión, se les recordaba que quien mandaba era él y punto en boca. Se le amenazaba con destituirlo y claro, un cargo gustaba mucho, porque sin él difícilmente se podía descollar y ser alguien en la ciudad.

Pero hete aquí que, en la sociedad de la información ya es más difícil conformar a la gente con un «tapón de corcho» y no hace falta pasar por un seminario para saber cuáles son las directrices de la Iglesia universal. Ahora comienza a aparecer una nueva hornada de jóvenes (pero suficientemente preparados) hermanos mayores, que disfrutan de una estabilidad profesional y familiar, que ya no les vale el «aquí mando yo». Que miran a los ojos del que les habla, y si no les convence lo que les dicen, les replican, y tienen muy claro que detrás de ellos hay una larga nómina de personas a las que representan.

Con estos, no vale el «esta es mi casa y hago lo que me da la gana», porque, desde pequeños con el catecismo aprendieron que la iglesia es la Casa de Dios.

Se les podrá aburrir, pero les sustituirán otros y luego otros y otros más. Pararlo es como intentar evitar la riada apretando con los dedos en la grieta del embalse. Este asunto está retratando a más de uno y lo mejor que pueden hacer es entender que esto ha cambiado, porque si no, vendrá la ola y les pasará por encima.