VUELTA AL PASADO. Manuela Ariota en una galería de Nápoles.
MUNDO

Bush y Berlusconi

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Hicieron mal los demócratas estadounidenses menospreciando a Bush. Hace mal el centro izquierda italiano menospreciando a Berlusconi. Entre el presidente estadounidense y el italiano, aliados en el seno de la OTAN y en Irak, hay más concomitancias que disonancias. A ambos les gusta pasar por personas del pueblo, sin serlo. A ambos les gusta pasar por tontos, algo que desde luego no son. Al americano y al italiano les divierte hacer el payaso de vez en cuando, pero controlan al milímetro su grado de bufonería, aunque a la hora de dar espectáculo, Berlusconi supera con creces al modelo texano: durante la campaña electoral se ha comparado con Churchill, Napoleón, Jesucristo y Justiniano.

Ambos saben que resulta más eficaz un mensaje simple y claro, que todas las complejidades contemporáneas, y saben dejar en evidencia al contrario tachándole de intelectual alejado del sentir mayoritario: manejan como nadie las reglas de la sociedad del espectáculo, y nadan en la televisión como peces en el agua.

Patriotismo populista

Entienden perfectamente la psicología de masas: la gente prefiere oír buenas noticias aunque sean inciertas que malas e incontrovertibles. Tanto Bush como Berlusconi han encontrado en el patriotismo populista y en el miedo un trapo rojo que agitar a conveniencia, haciendo del propio país un lugar que el resto del mundo envidia. No hacen ascos a la bendición divina y sobre todo han sabido difundir la idea de que los impuestos minan la iniciativa privada y de que nadie mejor para dirigir un país que un hombre de negocios: quien triunfa en la empresa, triunfa en la política.

La riqueza prueba además el favor de Dios. Que las cifras a la postre no acompañen y que todo el tinglado se venga abajo no importa si se logra el triunfo electoral. Desde el poder se multiplica la capacidad de convencer de que el mal está en otra parte.