Cultura

Madre literatura

Jose María Merino analizó ayer en El Palillero el papel de la fantasía narrativa con la charla 'Los caminos de la ficción'

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El ser humano, en su constante esfuerzo por explicar el mundo y conocerse a sí mismo, ha olvidado su sombra. Un alter-ego, que además de representar los secretos del alma, le recuerda una y otra vez que la existencia es un abismo imposible de acaparar de forma racional. «La realidad está llena de sombras extrañas, pero nos interesa la placidez. En la historia del universo el hombre no existe». Esta idea, tan abrumadora como atrayente, unida al concepto del doble, «nada de nosotros sale de una sola pieza», es la que ha dado alas a la pluma de José María Merino, tan llena de mito, sueño y fantasía que puede compararse con el espíritu de Alonso Quijano. Aquel que supo subvertir el orden real para entrar en lo onírico y reivindicarlo como forma paralela de conocimiento.

El escritor gallego, que residió durante muchos años en León y que actualmente vive en Madrid visitó ayer el Centro Cultural del Palillero para resumir -en una conferencia organizada por la Fundación Fernando Quiñones y titulada Los caminos de la ficción-, su visión de la narrativa. Calificado por su presentador, Braulio Ortiz como «el máximo exponente de la literatura fantástica», o «el cronista de lo inquietante», Merino ha sabido hacer de las letras sugerencia, introspección y búsqueda permanente de sentido. Incluso el propio autor, gran admirador de Fernando Quiñones, ve el género como una gran paradoja existencial: «El hombre no inventa la literatura, sino que es ella la que inventa al hombre. Si el chimpancé no progresa es porque no crea historias», afirma Merino. Y añade: «Esta es la parte consciente, después están los sueños, sabidurías inconscientes no exclusivas de nuestra especie». Y para ilustrar esta sensitiva y romántica teoría, Merino explicó lo que él considera los círculos de la ficción, aquellos que inspiran, crean e interactúan con el artista. Estos son la lengua, como materia prima de la fantasía, la imaginación ilimitada, la experiencia vital y el bagaje cultural fruto de sus lecturas. «Personajes que abarcan desde Jasón, al Quijote u Oliver Twist son algo de lo que soy y de lo que escribo y entre ellos existe conexión gracias a la fantasía», explica. Pero su revelación, más curiosa y trascendente fue Heidi. «Ella se convirtió en mi primer héroe. Era sonámbula, huérfana y sentía nostalgia del paraíso perdido, la montaña, con su abuelo huraño. Lo reflejaba en sus pesadillas». «Yo también sentía nostalgia de mis vacaciones en el campo. Vivía mi pequeña tragedia con el trabajo en el colegio y la severidad.

La ficción cuenta nuestros secretos e intuiciones», concluye. Otras de sus revelaciones han sido el Quijote, la poesía narrativa de Andersen y la dimensión personal y lingüística de Latinoamérica. Merino cerró su ponencia con la lectura de dos cuentos incluidos en su última obra Cuentos del libro de la noche.