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Al pie del cañón entre las gotas

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Son las diez. Abren la puerta. Esperan a los primeros donantes en el Centro de Donación de Sangre del Hospital Universitario Puerta del Mar. Isabel y Pilar, enfermera y médico, aguardan ansiosas al primer solidario del día. Tienen una larga jornada hasta las 14.00 horas. Mientras sus compañeros o relevos las suplirán más tarde de 17.00 a 20.00 horas en la ardua tarea de consolidar fieles a la donación.

Llega un donante. Son las once. Se llama Manuel Tamayo, un clásico de la donación. Ya son quince años. «No cuesta dinero y es algo altruista». Este lema le lleva a donar.

Más tarde, entra un donante de plasma. Así hasta doce. Una jornada satisfactoria, pero hay días que la «gente es más perezosa». Sobretodo los días de puente o de vacaciones. Cuando es el final de curso entre los estudiantes las cifras bajan. El problema está en el tiempo ya que no es lo mismo donar durante veinte minutos que estarse tanto tiempo como en la donación de plasma o plaquetas.

Anécdotas. Un montón. Miedo al pinchazo en el dedo para saber la idoneidad de la sangre más que a la aguja que extrae la sangre o aquella menor a la que debes decir que todavía no cumple la edad.

Sus ojos llenos de pasión desbordan entusiasmo y ruegan encarecidamente que la sociedad gaditana se anime a donar ya que la sangre tiene un período de caducidad. Se necesitan personas que no donen una sola vez sino con regularidad. Un trabajo que difiere mucho de las unidades móviles que no tienen que esperar solidarios.