Leña del árbol caído

Tiene que ser muy difícil gestionar una ciudad cuando el horizonte está cada vez más cerca y es cada vez más incierto

Yolanda Vallejo

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Como soy carne de frases motivacionales -bueno, de refranes, mejor dicho, que no tiene una ya edad para ir tonteando con merchandising para adolescentes-, no me quito de la cabeza esta semana el proverbio, o lo que sea, de los árboles y el bosque. Ya sabe, aquello de «que los árboles no te impidan ver el bosque», en clara alusión a esas situaciones en las que nos fijamos en los detalles menos trascendentales y dejamos pasar lo que de verdad importa. Mi abuela lo explicaba mejor y decía que eso era aprovechar el afrecho y malgastar la harina, que es menos poético pero igual de efectivo. El caso es que, en estos días, los árboles se han empeñado en no dejarnos ver el bosque. Cinco árboles en menos de una semana han sufrido desgarros, roturas y desprendimientos de ramas en nuestra ciudad, por causas, al parecer, totalmente ajenas a las tareas de limpieza y conservación de los mismos ya que, según el equipo de Gobierno «realiza constantemente campañas de mantenimiento y revisión del arbolado de la ciudad». De hecho -resaltan- gracias al trabajo que se realiza se evita la caída de muchas más ramas de árboles. Vamos, que podía ser peor, dicho en pocas palabras, menos poéticas pero más efectivas.

Son «desprendimientos puntuales», según nuestro Ayuntamiento que no se pueden evitar. Y no dudo de que sea así porque no entiendo nada de árboles, ni de sus especies ni de su estado fitosanitario. Pero lo que no se puede evitar es que resulte tan llamativo que se caigan tantas ramas de árboles en tan poco tiempo, sobre todo en una época del año en la que las condiciones meteorológicas no son como para que se caigan los árboles. Desde el Gobierno local justifican lo ocurrido y aseguran que el daño en el arbolado viene de antes, de podas antiguas mal hechas, de la herencia, y que por eso andan trabajando en un Plan Director de Arbolado que marcará «la gestión de nuestro patrimonio arbóreo en los próximos años» convirtiéndose en una herramienta necesaria para el mantenimiento de los árboles que estará recogido en un «documento de mucho calado».

De mucho calado son las críticas que está recibiendo el equipo de Gobierno desde la oposición y no solo por el estado -mal estado- del arbolado gaditano sino por la situación infame en la que se encuentran la mayor parte de los parques y jardines de nuestra ciudad. Y aunque es cierto que todos llevamos un especialista en medioambiente en la mochila para cuando haga falta sacarlo, y no hay día que las redes sociales no recojan una buena cosecha de fotos denunciando el mal estado de los alcorques, de las raíces y de las copas de los árboles, también es cierto que al perro flaco todo se le vuelven pulgas. Ya ve, tengo un refrán para cada ocasión, incluso para ponerme de parte del equipo municipal procurando no hacer mucha leña del árbol caído.

Tiene que ser muy difícil gestionar una ciudad como la nuestra, lo he dicho montones de veces. Una ciudad que un día te eleva a los altares y al día siguiente te arrastra por los suelos y se queda tan tranquila; que un día te aplaude y al siguiente te recibe con un sonoro abucheo. Somos así de veletas, algo tendrán que ver los vientos que nos sacuden de un lado o de otro y con estos bueyes es con los que cualquiera que se siente en el sillón de San Juan de Dios tiene que arar. Ni es nuevo lo que le digo -ahí están los tres mil años de historia, por si quiere darle un repasito-, ni puede extrañarle a nadie que quiera presentarse a la alcaldía, y si no que se lo digan a Rosa de la Flor, que tiene al enemigo en casa dispuesto a cortarle el cuello antes de que saque la cabeza.

Y tiene que ser muy difícil gestionar una ciudad cuando el horizonte electoral está cada vez más cerca y es cada vez más incierto. Esta semana, sin ir más lejos, en plena rebelión de los árboles, nuestro alcalde inauguraba un cuarto de baño en el mercado central, una prestación necesaria en las instalaciones de la plaza que sin, embargo, se ha interpretado como autobombo, como propaganda antigua, heredada de cuando la anterior alcaldesa iba a echarle el agua a las paradas de autobuses. El difícil equilibrio al que nunca se acostumbran nuestros políticos, qué le vamos a hacer.

En lo que dura un embarazo, el Ayuntamiento se va a ver obligado a cumplir parte de lo que llevaba en su programa electoral si quiere seguir conservando la llave de la ciudad y si no quiere que lo corran a gorrazos el día después de las elecciones. Lo tiene complicado, de aquí a mayo para cumplir «la hoja de ruta», porque aunque partimos de la base de que los programas electorales nunca se cumplen, la trepidante actividad electoral ya ha comenzado. Y no, no haré leña del árbol caído antes de tiempo, ni repasaré uno a uno los puntos del programa que presentaba Adelante Cádiz – lo de no financiar ni directa ni indirectamente actividades confesionales no se lo tendremos en cuenta, que nunca ha habido más procesiones que en estos cuatro años, y lo del bono eléctrico tampoco- porque tampoco se trata de eso. Pero me llama la atención, y mucho, que de un tiempo -poco tiempo- a esta parte se estén engrasando los motores de vivienda, empleo, carnaval, patrimonio -bueno, me he venido arriba, patrimonio no – limpieza, transportes, enseñanza, peatonalización… Es triste, pero es así y no es exclusivo del partido que ostenta la alcaldía, que en todas partes cuecen habas.

Así que en vez de mirar los árboles, vamos a centrarnos en el bosque, que está animado, y mucho más que lo va a estar.

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