J. Félix Machuca - PÁSALO

Refundación

Las clases medias son el mejor antídoto contra los cambios más atolondrados de la política

J. Félix Machuca
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AFIRMABA Borges que el hombre está hecho de un material deleznable como es el tiempo. Y el tiempo es finito para todo lo que hacemos. O mejor dicho: todo lo que hace el hombre está impregnado de su finitud. Desde las murallas de Jericó al último módulo lunar que transita por algunos de sus mares secos. Todo tiene una hora para nacer, para crecer y la hora final para entregar la cuchara. Yo creo, como Borges, que el tiempo del PP ya es más que deleznable y pide a gritos un final. Un final que no termine con la masiva decepción de los más honestos del partido y de sus millones de seguidores, hartos de estar hartos de lo que ven y no pueden dejar de ver.

El partido es hoy una gaviota desplumada por los perdigonazos de la corrupción, los escándalos de sus tesoreros y su inevitable final de trayecto político. Es cierto que frente al chapapote que embadurna a la gaviota, la rosa del jardín de al lado no rezuma lozanía, ni pureza. Esa rosa le hubiera hecho dar arcadas al propio Rilke y no menos asco le hubiera inspirado a la otra rosa, la Rosa de Luxemburgo. Pero, al parecer, ese dios menor de la democracia que es el electorado, perdona los pecados del socialismo corrupto con la misma indignidad que castiga los del PP, siendo los mismos pecados o peores en otras latitudes del Estado. ¿Y eso se puede cambiar? Hoy por hoy parece que no. Y tampoco parece que los populares vayan a gozar de más tiempo para que esa tendencia perversa pero legítima tome otro signo.

Se podría decir que el PP ha llegado a su estación términis. A su última parada. Pese a que a la situación actual de pestilencia y pudridero político hayamos llegado de la mano de ambos partidos mayoritarios. Pero la gente ve más venial que robe el PSOE mientras entiende un pecado mortal e imperdonable que exige la horca para su redención que el PP haga lo mismo. Más allá de la actual situación política de los populares solo existe un horizonte de polvo, erosión y cráneos de vacas descarnados por el sol. Nada. El desierto. La deforestación radical de las ideas, los programas y la fidelidad de los decepcionados tras la hecatombe nuclear de una fusión encadenada de errores políticos, mangoletas e inmovilismo generacional que nos hace recordar a la media de edad que caracterizaba la gerontocracia soviética. Y ese horizonte no es bueno. Frente a una izquierda radical cada vez más armada y frentista que crece tropicalmente con el abono de la bosta del bipartidismo y el guano del ideario venezolano. No sé si me explico con claridad. Lo que trato de decirles es que el garito de la gaviota deberá cerrar por defunción. Pero lo que con urgencia médica de plaza de toro hay que refundar es el centro derecha.

La carga ideológica y política del barco de la democracia no puede desplazarse sin freno hacia la izquierda, que viene asomando la patita desde las mareas separatistas, el catecismo anticapitalista, la radicalización del keynesianismo, una subida de impuestos medievales, la sombra de una ley de prensa a lo cubano, una cultura de tirititeros y coños libertarios y un nepotismo creciente allá donde ya ha empezado a mandar y tocar pelo presupuestario, ¿verdad, Zapata? ¿Más de lo mismo pero poniéndole al sistema el chándal bolivariano? ¿Darle la vuelta a la tortilla para que siga siendo tortilla pero con las patatas más rojas? No es bueno ni recomendable que la carga del barco se deslice de forma tan radical sin que tenga un nivelador social que la equilibre. Y hoy por hoy eso ya no puede hacerlo el PP. Lo tiene que hacer el centro derecha. La refundación de un centro derecha con las manos limpias, los tesoreros honestos, los líderes libres de sospechas y un ideario político que represente de verdad los intereses de las clases medias trabajadoras de este país. Esas clases medias que son el mejor antídoto contra los cambios más atolondrados de la política. Elijan: una gaviota desplumada o más de once millones de españoles de centro derecha sacando billetes en los aeropuertos camino de Miami, como aquella noche de fin de año en La Habana de hace más de 50 años…