Vaya papa

Los trincaron tras saltar la tapia, hubo pelea con cuchillo de por medio y ahora hay heridos en el hospital

El papa Clemente, durante una procesión en el Palmar de Troya ABC
Antonio García Barbeito

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A un servidor, que vivió el manejo de El Palmar de Troya desde su nacimiento en la finca La Alcaparrosa hasta muchos años más tarde, nunca le pareció sobrenatural nada de lo que allí veía, aunque en muchas ocasiones le pareció sobreexcitada la actitud de algunos, como si la situación supuestamente extática hiciera crecer la libido. También le pareció que todos o casi todos sobreactuaban; es verdad que había gente humilde del pueblo que parecía vivir su verdad, aunque no las creyeran, pero era gente crédula capaz de ver extraterrestres en una atracción de feria. Los protagonistas en aquel reparto donde había muchos extras, digo los Clemente Domínguez, Manuel Alonso Corral, el padre Luna y alguna que otra extranjera que danzaba en torno al fuego, junto al lentisco al que no habían dejado ni una hoja, como sonámbula de una película de terror, estos actores principales sabían muy bien que manipulaban, que se las valían de trucos y de efectos raros para fingir unos estigmas, unos éxtasis con las manos levantadas donde la gente colgaba rosarios y cadenas como en un útil de escaparate de joyería. Esa gente sabía muy bien que estaban jugando con el pueblo, sobre todo con el pueblo necesitado de milagros, de curaciones súbitas, de cercanía con lo sobrenatural. Recuerdo con espanto aquella concentración de enfermos que, convocados por Clemente, habían acudido allí desde todos los lugares de España —algunos, en camillas, agónicos— con la esperanza de sus familiares de hallar la Mano de Dios.

No había aparecido por allí Ginés Jesús Hernández, proclamado papa en El Palmar con el nombre de Gregorio XVIII. Este llegó cuando ya lo sobrenatural se escribía mejor con sobresueldos y sobreexcitaciones muy sonadas, y una vez muerto —descansen todos en paz— Manuel Alonso, el papa Pedro II. Ginés Jesús llegó y no sé qué pasó que se cansó de su papado y se fijó en una ex monja, ya saben, la carne es débil, y se largó con ella para vivir el amor humano. Bien. Todo podemos entenderlo, salvo que fuera verdad que fue llevándose cosas que no le pertenecían. No sé. Lo que sí hemos sabido es que, falto de dinero y sobreimpresionado con lo cara que está la vida fuera de El Palmar cuando ya no se es papa, urdió, al parecer, entrar a su antiguo reino de torres y oros para, junto a su mujer, robar lo que pudiera, dispuesto a cualquier simonía que le reportara dinero fresco y suficiente. Los trincaron tras saltar la tapia, hubo pelea con cuchillo de por medio y ahora hay heridos en el hospital. El ex papa habrá visto lo peligroso que es morder la manzana sin una buena cuenta corriente detrás.

antoniogbarbeito@gmail.com

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