PÁSALO

Paco Lola

Ni los Regulares de Melilla tienen compás para marcar el paso como lo marcan los costeros cuando suena Paco Lola

Paco Lola, Francisco Javier Rueda Maguillo, José Luis Sanz y Carmelo Sosa ABC
Felix Machuca

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SUS amigos sostienen con científica rigurosidad que, tras la muerte de Stephen Hawking, nuestro Paco Lola es la persona que más sabe de agujeros negros en el mundo, ese fenómeno cósmico que la física no acaba de entender y que Paco, en cambio, puede describirlos de mil formas diferentes, con la naturalidad del que los tiene en la mano. Así que la ciencia habrá perdido a un científico de imposible reposición. Pero el arte ha ganado a un sucesor que es capaz de ponerle música a los misterios del universo, ya sean agujeros negros o polvo de estrellas. Miren ustedes, con paco Lola, no estamos ante uno más de la interminable lista de personajes locales que usan los codos para estudiar de qué forma colarse en la fiesta de la notoriedad. Paco Lola es un fin de raza al que hay que mimar y engloriar conforme exige su curriculum. Fue el niño que más veces hizo la primera comunión de Triana, la voz cantante de la más fresca albahaca que crecieron en los tiestos de mantillo del corral de Los Fideos y el músico sin pentagrama que encontró en el Callejón de la O la melodia del río para dedicársela a la Caridad baratillera. Paco Lola fue niño de bañarse en un Guadalquivir al que obnubiló al poeta por sus estrellas. Él, en cambio, siempre que se bañaba, se enfrentaba con lavadoras flotando a merced de la cochambre ribereña. Su infancia merece un libro. Que es el libro de la Sevilla que se va.

Hay un Rocío que es puro realismo mágico en la boca de Paco Lola, que no se pierde un lunes del Rocío ni aunque lo llame Montoro. Tras un día de intenso y duro trabajo, se fue a la habitación a descansar, donde también dormía Dieguito Pantoja y Pepín Cabrales, un gaditano pasado de compás, palmero con Lola Flores y tan gordito que le llamaban Juan XXIII. En aquella habitación, sobre el colchón del descanso, Dieguito Pantoja le comentaba a Paco lo dura que era la vida de artista. Fuera de la casa solo sonaban los cohetes que rompían la noche rociera y el descanso de los cantantes que no podían con sus gargantas. Dieguito le contaba a Paco Lola lo bien que le vendría una quiniela muy grande. Seguían tronando los cohetes. Y en una salida extraordinaria Dieguito le dijo al trianero: Por cierto, Paquito mío, que me gustaría tener el dinero del de los cohetes… El Pantoja era tan inclasificable como su talento. Al papal Pepín Cabrales, en aquel mismo Rocío, le comentó: Pepín como sigas engordando te vas a tener que poner la corbata en la frente…

Cuando Lola tocó las teclas del piano universal para sacar de una rumba de Albahaca su Caridad del Guadalquivir, en Sevilla tembló el misterio. Ese misterio ilustrado, supuestamente culto, académico y cerrado, que no oye lo que escucha y se niega a sentir con las caricias. Por el simple hecho de que no tiene el carné oficial de la creatividad. Es como negarle al pavo real su hermosura porque no canta como Louis Amstrong. En definitiva, una de esas pequeñas miserias que tiene la Sevilla más rancia y casposa cuando la envidia enseña el colmillo dorado de su mala baba. Caridad del Guadalquivir es hoy una marcha clásica entre las más clásicas. Y dejarse llevar por la lisura de su melodía viendo a Caridad por su barrio supone acercarse mucho a lo que debe ser un día de fiesta en la Gloria del Señor. Paco Lola acaba de reunir en un disco (el nota es más antiguo que las cabrillas con tomate y a los cd le llama disco) todas sus marchas semanasanteras. Que aunque sé que el niño de la Dolores es muy prudente con el gasto, pienso pedirle uno gratis total. Le recomiendo ese cd porque cada marcha es un pellizquito trianero que va directo al paladar de los gustos populares, que también, señores ilustrados, los tiene el pueblo. Dicen que camela cargo por Tomares, que va de válvula al Villamarín y protesta mucho, que tiene un coche de hace 20 años con más kilómetros que el camello de Marco Polo y que borda la sopa de tomate. Yo lo jamo desde el primer día que lo conocí. Y cuando tenga tiempo y espacio les contaré la que lió una noche en el Palace de Madrid junto con Jesús Alvarado y el Selu, haciéndose los muertos delante de la habitación de Cesar Cadaval… Ni los Regulares de Melilla tienen compás para marcar el paso como lo marcan los costeros cuando suena Paco Lola.

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