NODO

Montesquieu está malito

La juez Alaya ha puesto el dedo en la llaga que sólo alcanza a ver el Periodismo con mayúscula, el que no le baila el agua al poder

Francisco Robles

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Montesquieu no ha muerto… todavía. El óbito que anunciara en su momento Alfonso Guerra está a punto de producirse. Aquel ilustrado que postuló la separación de poderes como método para salvaguardar la democracia está muy grave. O como decimos en Sevilla cuando alguien está en las diez de últimas: malito. Montesquieu está malito. Muy malito. Y lo peor del caso es que los teóricos interesados en curarlo son los que le suministran la ponzoña y el veneno para que su fin se acelere lo máximo posible.

Lo ha denunciado la juez Alaya en esa entrevista que hará historia y que ha conseguido, con talento y tenacidad, la compañera y amiga María Jesús Pereira. Todo un hito periodístico de nuestro ABC que le hace un gran favor a la democracia y a la libertad, las dos caras de la misma moneda con la que juegan al cambalache los dos grandes partidos que hasta ahora se han asentado en Andalucía. Es muy sospechoso, por no decir clarificador, que PSOE y PP peleen con guantes de seda cuando salen a la palestra del ring asuntos tan importante como el de los cursos de formación. A ver, criaturitas que todo os lo tragáis para no molestar al Régimen: este turbio asunto es mucho más gordo que el de los ERE, y cualquiera que esté al tanto de la pomada lo sabe.

Sin embargo, el PP no muerde el tobillo que un día tuvo entre sus fauces políticas. Y el PSOE sale indemne del tema. Como si la Junta no hubiera organizado, por sí misma o en compañía de la telaraña de sus empresas interpuestas, el entramado de cursos falsos que servían para mantener la paz social en muchos lugares conflictivos de Andalucía. Eso sin contar el dineral recaudado por esos conseguidores que luego le darían al cante de ida y vuelta. ¿O es que iban a quedarse con la pasta recaudada por la cara? Todos sabemos que en los territorios difusos de la corrupción no se regala nada. Aunque algunos disimulen tan bien, que muchos crean lo contrario.

La juez Alaya ha puesto el dedo en la llaga que solo alcanza a ver el Periodismo con mayúscula, el que no juega a bailarle el agua al poder ni a la oposición, el que critica los modos y maneras de este Régimen disfrazado de corderito protector y la forma en que hacen la labor opositora los que se alían con el poder para ocultar sus vergüenzas: no hay que ir muy lejos, basta con darse una vuelta por Dos Hermanas para comprobarlo. La juez Alaya, valiente hasta parecer temeraria a los cobardones que callan de forma cómplice ante los desmanes de la Junta, lo ha dicho alto y claro para que no haya lugar a dudas. Estamos ante una pinza que sirve para tapar la nariz del sistema, como si el mal olor desapareciera así.

La separación de poderes que propugnaba Montesquieu molesta a los que quieren ejercerlo de forma autoritaria. De ahí el desprecio que sienten por la Justicia encarnada en jueces como Alaya. Cuentan con la colaboración de los voceros y los palmeros de turno, siempre dispuestos a tapar las vergüenzas de quien ostenta la vara de mando. Allá ellos con su conciencia. Porque la verdad es la verdad, la diga Agamenón o la juez de porcelana (Ignacio Camacho dixit).

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