LA FERIA DE LAS VANIDADES

El guorzó y el busines

Desde arriba se dan las órdenes pertinentes para que sea el mediocre quien se alce con el cargo

José Entrena Ávila, durante una rueda de prensa IDEAL
Francisco Robles

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Se llama José Entrena Ávila y es el presidente de la Diputación de Granada. Como buen baranda que se precie, se encajó en Fitur para dar el correspondiente discursito. ¿Será por viajar con cargo al presupuesto? ¿Será por comer y beber sin rascarse el bolsillo en Fritur o en los restaurantes que se pongan a tiro de tarjeta Gañote Oro? Las preguntas caen por su propio peso. ¿Qué hacía allí este político profesional que va de cargo en cargo como las ardillas del relato mítico de aquella España que se podía cruzar de árbol en árbol sin tocar el suelo? Ahora son estos políticos de largo recorrido los que van por su vida laboral de despacho en despacho sin tocar el suelo de la realidad, el de la empresa privada, el del autónomo que tiene que pagar sus impuestos antes de cobrar, el del pequeño empresario que no duerme pensando en el IVA y en Montoro.

El señor Entrena no se entrenó —chiste fácil— antes de leer el discurso que pronunció. Ni siquiera le echó un vistazo, o eso se deduce si escuchamos su intervención. Cuando le llegó la hora de hablar de las reuniones mantenidas con turoperadores en el Workshop Business to Business, el buen hombre echó mano del inglés macarrónico embotellado, versión Ana, y soltó lo del «guorzó busin, busines tu busines». Literal. Como quien está pasado de todo y pronuncia la lengua de Shakespeare como le viene en gana. Workshop es «guorzó», y los negocios son los «busines» pronunciados a nuestra manera. ¿Para qué va a plegarse a la forma que tienen los hablantes ingleses de interpretar las grafías para convertirlas en fonemas? ¡Hasta ahí podríamos llegar!

Lo peor de este asunto es que el suceso va más allá de la anécdota, y nos muestra la punta del iceberg que navega por las plácidas aguas de la política andaluza. El criterio de selección de nuestros dirigentes no está en las urnas. Ahí se ratifican. Pero donde se eligen de verdad es en las mesas de camilla, en los cenáculos, en la fontanería del partido, en esa pomada que forman los que manejan la comunidad autónoma a su antojo. Que un señor así sea presidente de una Diputación como la de Granada lo dice todo. En inglés y en castellano. Absolutamente todo. ¿Habrá gente preparada en Granada para ejercer este cargo? ¿Habrá granadinos o granadinas con la suficiente valía para desempeñar este puesto y dejar a la provincia del sol y de la nieve a la altura que se merece en una cita internacional? Pues no.

Hay gente más que preparada, pero no va a llegar nunca a esas alturas. Desde arriba se dan las órdenes pertinentes para que sea el mediocre quien se alce con el cargo. Así tendrá más que motivos para agradecérselo de por vida a quien lo nombró. Ahí está la clave. En nombrar a alguien que te deba el cargo y que, encima, no tenga un sitio al que volver si no está de acuerdo con las órdenes que recibe. Mientras esto sea así, seguiremos como estamos. Busin o busines. Negocio a negocio. Cargo a cargo. Eso es lo que hacen estos virtuosos de mantenerse en el poder. O en el «pover», que se diría en inglés.

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