Javier Rubio - CARDO MÁXIMO

Feliz Navidad

Javier Rubio
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LA columna adopta la forma de un christmas de papel, de esos que ya nadie se molesta en elegir, escribir, ensobrar y franquear. Una tarjeta navideña que llegue a todos los lectores —y a quienes éstos quieran reenviar— con un rayito de esperanza, por mínimo que sea, en medio de tanta desolación escondida, tanta derrota colectiva y tanto fracaso individual. Un artículo con las alas bien largas que saliera volando en pos de cada uno de los necesitados de un cálido abrazo en estas fechas.

Un christmas impreso para el amigo que pasará la Nochebuena solo aunque sepa que le acompañamos en el corazón; para el pobre del barrio, a cuestas siempre con su guitarra, que tiene que irse al hospital para que le sigan haciendo pruebas; para la viuda encorvadita que busca el calor de los vecinos ya que se le heló el de los propios hijos; para la cajera del supermercado que atiende con una sonrisa pese a los 784 euros que cobra a final de mes; para el padre de familia que llega sin ganas de nada tras la jornada laboral y pone al mal tiempo, buena cara; para el desempleado que contempla espantado el horizonte del día en que se le acabe la ayuda familiar; para el que triunfa en los negocios después de pasar tantos apuros todos estos años; para el que vende naranjas de La Algaba a buen precio, medio agazapado entre dos coches; para la madre paciente que lee el periódico; para los niños que corretean con las bicis intentando derrapar en las curvas; para la amiga que no ve a pesar de que tiene ojos; para el preso que anhela la libertad como el aire que le faltara; para la viejita de la silla de ruedas a la que llevan a comulgar cada mañana; para la hermana que no se da importancia; para el compañero descreído, de vuelta de casi todo; para el párroco volcado en construir su templo; para la compañera abrumada con la tarea pendiente; para el marroquí dueño del bazar de la esquina; para el político acusado de corrupción a punto de entrar en la cárcel; para el panadero que labora cada madrugada para despachar al día siguiente el pan nuestro de cada día; para la embarazada que espera su primer hijo confiada en que vivirá en un mundo mejor que el que le estamos construyendo; para el profesor implacable con sus alumnos y para el que menosprecia a los suyos; para el quinqui de palanqueta y para el de cuello blanco; para la jefa que nunca pone mala cara; para el disoluto que dilapidó la herencia de su tía adinerada; para el soldado que está de guardia a cinco mil kilómetros de su casa; para la niña bonita que riega la albahaca sin cuento; para el gerente al que no le cuadran las cuentas; para el albañil que dormita en la furgoneta camino del tajo, lejos del hogar en calma; para el cazador que madruga con la ilusión de cobrar sus tres piezas; para el vegetariano que no prueba el pavo de la cena; para el médico que llora por dentro cuando se le muere un paciente; para el deportista que calienta en la banda de correr; para el que lo sabe y lo espera y para el que ni lo conoce ni lo ansía.

Para todos sale el Sol naciente: Feliz Navidad.

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