Universitarios funcionarios

Ser autónomo en este país no es fácil sin contar con las ventajas fiscales o de otra índole que sí disfrutan los autónomos de otros países europeos

Patricia Gallardo

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No hace mucho, un familiar me contaba que una vez había escuchado a Antonio Banderas (o creía recordar que había sido él) decir algo como que el universitario americano soñaba con crear su propia empresa cuando se graduase, y que lo solía conseguir, mientras que en España la mayoría de los universitario optaban por hacer unas oposiciones al término de la misma. Y Se había mostrado admirado por la mentalidad empresarial y por los proyectos de futuro de los egresados americanos. Yo sin quitarle del todo la razón, le argumenté que no era cuestión de mentalidad, sino que las circunstancias laborales de ambos países eran distintas.

Ser autónomo en este país no es fácil, según me cuentan varios amigos que lo son, no contando con las ventajas fiscales o de otra índole que sí disfrutan los autónomos de otros países europeos. Por lo tanto, no se puede culpar al estudiante, que se ha pasado la mayor parte de su juventud quemándose las pestañas a base de estudios, que busque una vía que le dé una seguridad laboral con unos derechos mínimos, y ya no solo al universitario, sino a cualquier opositor a cualquier nivel. En lugar de lanzarse a un proyecto incierto que no sabe cómo le va a funcionar. Así que algo no cuadra, como ya he dicho el autónomo arriesga mucho y se le gratifica poco, cuando en realidad se le debería apoyar más, porque son fuente de riqueza y empleo, pilares básicos para el desarrollo y sostenimiento de un país, al igual que los grandes empresarios. Cuesta trabajo encontrar empleados y empleadores, porque los primeros requieren unos requisitos mínimos de sueldo, periodos de descanso y vacaciones, y retribuciones extras. Y los segundos no pueden, a veces, ofrecer esos requisitos mínimos porque los beneficios los ponen «para pagar» por lo tanto no hay beneficios, es la pescadilla que se muerde la cola. Y mientras, como decía mi abuela, «la casa sin barrer», tirando de auxilio social, totalmente lícito y legítimo, pero que nos lleva a un punto sin retorno, porque si nos compensa más una paga que un trabajo, algo mal estamos haciendo, primero por la precariedad de dicho trabajo y segundo porque «la hucha» llegará un momento en el que no aguante, además de ser «pan para hoy y hambre para mañana», porque si no se cotiza, la alcancía de las pensiones también merma y cuando nos toque… a ver que nos queda. Así que no juzgo a los universitarios, o cualquier otra persona que se ponga a ello, que quieran buscar su seguridad laboral, familiar y de cualquier otra naturaleza a través de la vía del funcionariado. Si es que se quieren quedar por aquí, que esa es otra: la fuga de cerebros. Ya que en España, bueno y en otros países también, se está valorando más a un youtuber que a un cirujano, si es que el youtuber no es cirujano también. He puesto al youtuber tan solo como ejemplo, no quiero ofender a ningún «-er», de hecho me auto ofendería a mí también porque tengo mi propio canal. Así pues, tampoco se puede decir que no se contrate por falta de cualificación, tenemos muchos graduados y postgraduados universitarios (Ya se sabe, somos un país de «titulitis» se nos pide un papel para todo), pero también en el ámbito de la formación profesional tenemos multitud de opciones, hay 29 ramas o familias del saber en la FP, dentro de las cuales hay una media de 3 a 5 opciones para elegir en cada uno de sus niveles: básico, medio o superior. Así pues, si el 85% de los universitarios quieren ser funcionarios, ¿qué estamos haciendo mal?

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