Cifras

En estos tiempos de turbulencias, debemos ser capaces de distinguir entre la realidad de los casos particulares

Un buen amigo, burgalés cumplido, me pone al tanto de un antiguo episodio de contagio virulento que se llevó por delante la vida de muchas personas. Él mismo fue testigo de cómo, en los bares, los muchos ganaderos de la zona comentaban entre copas de ... anís y suspiros de alivio: menos mal que ha venido por las personas, si llega a venir por el ganado nos arruina. Del contagio de moda, igualmente, debemos hacer una clara distinción entre los daños humanos y sus efectos destructivos sobre la economía . En este caso, va a haber más bajas en el ganado que en las personas, pero los medios de comunicación, sin parar de pescar en este río revuelto, siguen haciendo uso interesado de las cifras de afectados y muertos como modo de atraer la atención. Nada extraño en lo que ha venido siendo una práctica habitual del periodismo.

Las grandes cifras aumentan el valor de la información, explotando en ese sentido el filón que el propio acontecimiento pueda ofrecer por sí mismo. Resulta evidente que la cuantificación, sobre todo cuando no se introducen números que posibiliten la comparación, produce un efecto sorpresa a partir de sucesos insustanciales, cuanto más en este caso donde el conteo diario no contribuye sino a aumentar los miedos del personal. Las cantidades son cualquier cosa menos inocentes. Vemos cómo continúa aumentando lo que antes era menor, y brota mucho miedo de esa comparación, lo que lleva aparejado que el futuro se vuelva cada vez más amenazante.

En estos tiempos de turbulencias, debemos ser capaces de distinguir entre la realidad de los casos particulares, y la realidad ficticia construida por los datos estadísticos. Leo en la revista Medi-Sphere una entrada del blog personal del Dr. Devos, epidemiólogo belga, donde lleva a cabo un manejo muy sensato de las cifras. Según el ‘R Cero’ del virus, es decir, el número de personas de entre cien que contraerán la enfermedad a partir de un solo paciente infectado, y si no se introducen medidas drásticas de precaución, en 18 días el contagio alcanzará al 24 %. Si tenemos en cuenta que el coronavirus es 1,7 veces más contagioso que la gripe común, que en Bélgica produce medio millón de casos anualmente, esto podría significar 850.000 infectados sobre once millones de belgas. Es fácil hacer las traspolación de estas cifras a nuestro país.

No obstante lo abultado de estos cálculos, el gran problema no está en el número de afectados ni en el índice de mortandad del virus, sino en la incapacidad del sistema sanitario para hacer frente a la crisis. Devos concluye que en su país cuentan con treinta mil camas para 117.000 personas con diversas patologías que, según sus cuentas, podrían necesitar hospitalización. ¿Algún valiente se atreve a imaginar tal escenario con respecto a los hospitales en España?

Tranquiliza su estimación estadística de que solo el 0,3 % de la población belga será víctima mortal del coronavirus, sobre todo octogenarios con patologías previas, y el 0,1 % en el caso de población joven y sana. Y todo esto sin que se tomen medidas de precaución. Evitando las grandes aglomeraciones, lavándose las manos cinco veces al día, manteniendo las distancias en los contactos físicos entre las personas, se podrían reducir notablemente estos índices. Con ello se paliarían en la medida de lo posible los daños sobre las personas, aunque eso no evitará que el sistema económico salga bastante maltrecho, en línea con los viejos temores de los ganaderos burgaleses.

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