Opinión

Una persona única

La vida, ese espacio entre dos silencios eternos, siempre merece la pena ser vivida

La vida, ese espacio entre dos silencios eternos, siempre merece la pena ser vivida. Da igual las adversidades que te depare el destino. No importan los desengaños ni las frustraciones que el devenir te tenga preparado. Siempre habrá un resquicio para un gesto amable, una palabra de cariño, una sonrisa que te ilumine lo que puede llegar a ser el mejor día de tu vida. Una luz, un olor, un paisaje, una orilla, una flor, un horizonte, se pueden convertir en la excusa perfecta para agradecer haber nacido. Pero lo mejor de la vida son las personas con las que llegas a compartirla, con esas con las que el azar hace que puedas cruzarte, sabe Dios por qué vericuetos. Algunas son personas sencillas, otras son catalogadas como normales, las hay insulsas, mediocres, vacuas, inteligentes, serias, risueñas, cariñosas, incluso algunas pueden aspirar a sentirse imprescindibles. Pero también las hay únicas. Esa cualidad es difícil de conseguir, y sólo se obtiene cuando todas aquellas personas que la conocen la definen como especial. Da igual que sea una relación esporádica. No importa que hubiese sido un rato de café o una visita protocolaria. Todos coincidirán en dicho calificativo.

A lo largo de tu dilatada existencia interpretaste de los más variados papeles en género femenino. Hija abnegada, hermana cómplice, cuñada sin reparos, prima afectuosa, esposa entregada, madre cariñosa, amiga fiel, abuela mimosa, bisabuela incondicional. Pero para mí el papel que bordaste fue el de suegra. Después de cuarenta y seis años el color de la sangre de las venas ya no importa, el registro del libro de familia es una simple anotación en un documento oficial, tan poco categórico que los apellidos llegan a confundirse. ¡Qué verdad es que el roce hace el cariño!. Y das en la medida de lo que has recibido con creces.

Abnegada y entregada a todos y todas los que la conocieron. Siempre una palabra amable y una sonrisa que te servía de bálsamo. El clarear del día siempre la descubría hacendosa. Las noches la encontraban con esa relación epistolar diaria con su pulcra caligrafía y dirigida a los cuatro vientos. De pequeña le auguraban una brillante trayectoria escolar, pero el destino quiso que sólo se quedara en eso. Su anticipo a los deseos y los caprichos de los demás rozaban lo mágico. Siempre fuiste más de dulce que de salado. Sentada a la mesa nunca, siempre pendiente del último detalle. Sus caracoles, sus berzas, su sopa de tomate, su ensaladilla de gambas hicieron en mi despertar el gusanillo culinario. Para ella, las tortillas de camarones y el arroz con leche. Nada de sandía ni de lentejas.

Tu generosidad llegó al extremo de que te despediste de tu dolor para hacerlo nuestro y compadecernos a los demás de nuestro sufrimiento siendo nada más que tuyo. Elegiste hasta el momento oportuno, no pudiste ser más calculadora y más cariñosa a la vez. Gracias Juani. Donde estés, tu sitio será privilegiado. Para estos dos de aquí, que te buscaban con avidez nada más abrir la puerta, siempre serás Nani. Para nosotros Juani.

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