Julio Malo de Molina - ARTÍCULO

Patrimonio moderno

A principios del siglo XX el encuentro de la nueva objetividad con las vanguardias en arquitectura e ingeniería, como la Bauhaus, el Neoplasticismo Holandés o el Constructivismo Soviético, conducen a un nuevo estilo

Julio Malo de Molina
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A principios del siglo XX el encuentro de la nueva objetividad con las vanguardias en arquitectura e ingeniería, como la Bauhaus, el Neoplasticismo Holandés o el Constructivismo Soviético, conducen a un nuevo estilo: el Movimiento Moderno que podemos considerar el primero tan auténtico como el gótico, en el sentido que la masa plástica y los espacios son el resultado de la funcionalidad y de las técnicas constructivas. Si bien la revolución industrial había introducido nuevos materiales, como el hormigón armado, el acero laminado o el vidrio, éstos se empleaban simulando formas del pasado construidas a base de tierra (piedra o ladrillo) y de madera. La burguesía prefería cerrar sus casas a la naturaleza, pese a que las nuevas técnicas permitían perforar las fachadas, pues éstas no tenían función portante ya que los pórticos de hormigón o acero cumplían de forma flexible el soporte vertical de los edificios.

Los nuevos principios de una arquitectura racional y funcional se van tejiendo a través de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna, liderados por Le Corbusier desde 1928, de manera que el siglo XX está atravesado por la pasión de la revolución moderna. En España, tanto la generación del 25, con nombres como Lacasa o Sánchez Arcas, como el GATEPAC de Sert, Torres Clavé y Labayen, participan entre otros muchos jóvenes profesionales en el compromiso moderno, y si bien el desenlace de la guerra civil cercena esta vanguardia por su adscripción a la causa republicana, y se impone un eclecticismo historicista a la manera de Speer, el arquitecto de Hitler, al terminar la contienda mundial las nuevas generaciones de arquitectos españoles recuperan el lenguaje moderno, como Cabrero, Sota, Fisac, Oíza, Corrales y muchos más.

Si bien este estilo continua vigente en clave de contemporaneidad, pese al pastiche, al posmoderno y a la arquitectura mediática tipo Guggenheim, se considera su etapa canónica al periodo 1920-1970, y las mejores piezas del mismo son objeto de conservación, algunas de las cuales catalogadas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La Fundación Internacional DOCOMOMO (Documentación y Conservación del Movimiento Moderno) realiza inventarios y acciones para proteger las piezas emblemáticas del estilo; hace poco consiguió salvar la Torre de Comunicaciones de Moscú, de Vladimir Shújov (1922), que sirvió de modelo a las Torres de la Luz de la Bahía de Cádiz.

Precisamente son estas torres las piezas del Movimiento Moderno más reconocidas en nuestro territorio, sobre las cuales se ha escrito mucho desde que las estudiáramos en la Guía de Arquitectura de Cádiz de 1995, y en el libro que el año pasado editó la Fundación Endesa. También la Escuela de Náutica y Pesca (1968) de Laorga y Zanón, que por el contrario se encuentra en triste estado de abandono. Peor destino sufrió la Escuela de Enfermería de Jiménez Mata (1970) demolida hace poco mientras algunos defendían un tosco edificio de estilo ecléctico muy tardío, la Aduana de 1959. En 1965 cayó el Cine Gades, cinematógrafo moderno de Sánchez Esteve, arquitecto vinculado a la generación del 25, quien con Hidalgo y Fernández-Pujol proyecta piezas de gran interés que se mantienen y se encuentran protegidas: Edificio Palillero (1935), Almacenes Hermu (1939) y Edificio Ponte (1940). Ya en Puerta Tierra merece citarse: la Residencia de Tiempo Libre de Martínez de Castilla (1976) y el Edificio Europlaya de Diego del Corral (1967). Al liquindoy con el patrimonio moderno porque existe menos conciencia pública sobre su interés y también representa un testimonio válido de nuestra historia.

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