JULIO MALO DE MOLINA

Los mercados y los mercadillos

Sorprende que nuestros regidores sientan tanto respeto por ‘los mercados’, a despecho de los intereses de la población

JULIO MALO DE MOLINA
CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Cada vez que los políticos de la derecha liberal adoptan medidas impopulares aducen como justificación la necesidad de trasmitir confianza a ‘los mercados’, ¿no les suena esta expresión? Mariano Rajoy la utilizó para alcanzar la investidura, pues al parecer a ‘los mercados’ les infundía desconfianza que él no gobernara. Ese recurso había sonado ya mucho desde que, a raíz de la crisis financiera de 2008, volaran los Decretos de Ley que han deteriorado cada vez más las condiciones laborales de los trabajadores, así como los derechos del conjunto de la sociedad, en especial para los segmentos más frágiles. Sorprende que nuestros regidores sientan tanto respeto por ‘los mercados’, a despecho de los intereses de la población, y de ese ineficaz mandato constitucional que confía a los poderes públicos la defensa del débil.

Parece que sería deseable lo contrario, que el gobierno se ocupara en especial del bienestar de todos los ciudadanos, por encima de la seguridad de ‘los mercados’. No es así y tal vez por ello el Estado invirtió una cantidad equivalente a la mitad del producto interior bruto anual de la nación para resolver a los Bancos su propia crisis, mientras se deterioraba el nivel de vida de la población, y sin que se exigiera a las entidades financieras una quita de la deuda que asfixia a las personas y a las pequeñas y medias empresas.

Pero, ¿qué son realmente ‘los mercados’ de quienes tanto dependen nuestras vidas y nuestras haciendas? Uno piensa en Darth Vader y ‘el lado oscuro de la fuerza’; o en Sauron y Morgoth, ‘señores oscuros’ en la Tierra Media de Tolkien; o en Lord Voldemort y sus Mortílagos que aparecen en la saga de Harry Potter. He preguntado a economistas, los más lúcidos concluyen que ‘los mercados’ no son más que una abstracción de la cual participan, entre otros agentes: los grandes Bancos, la Troika, el Ibex 35, y todos quienes de alguna manera forman parte de ese 1% de la población mundial que acumula el 99% de la riqueza del planeta. Muchos de ellos opinan que los políticos más que servir a los intereses de esa minoría debieran proteger a la gente de sus abusos, en definitiva anteponer las necesidades sociales a los dictados de los dueños del dinero y de los recursos. Yanis Varoufakis sostiene que la economía no es ciencia exacta, sus principios son expresión de opciones políticas.

Así y recordando a Serrat, «puestos a escoger prefiero un buen polvo a un rapapolvo, un bombero a un bombardero», y los mercadillos a ‘los mercados’. Baratillo de Cádiz, Rastro de Madrid, Encantes de Barcelona, Marché aux Puces de Paris, Porta Portesse en Roma, Street Markets de Londres; es esos mercadillos donde palpita la vida de las ciudades, y el intercambio de mercancías se hace amable, juego que propicia encuentros y amoríos, lejano a la frialdad cruel de especuladores. Antítesis de los mercadeos bursátiles donde tipos de color de triste rata juegan con la vida y los derechos de la gente. Porque los mercadillos son gente y ‘los mercados’ un tejido de conspiraciones contra la gente, donde se escriben oscuros textos que los gobiernos proclaman en forma de leyes para que la vida sea mero objeto de producción y de consumo. En la polis clásicas que surge cuando las tribus jonias destruyen la monarquía micénica, los mercados funcionaban al modo que aún podemos disfrutar en lugares como el colorido Candem Lock de los domingos londinenses.

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