OPINIÓN

Matar al mensajero

Los extremos se tocan y Vox y Podemos coinciden en su demonización de la prensa que consideran no afín a su ideología

Uno de los indicadores más claros para dilucidar la calidad democrática de un partido político, sea del color que sea, es su concepto de los medios de comunicación. Del periodismo. Los partidos tradicionales, constitucionalistas de izquierdas o de derechas, como PSOE, PP y ahora Ciudadanos, entienden este punto a la perfección. Les gustará más o menos la línea editorial de cada medio, pero existe el respeto por la misma. Sin embargo, la irrupción en el tablero político de dos partidos extremistas, Podemos y Vox, ha venido a romper –además de muchas otras cosas– esta relación. Podemos lo ha demostrado ya en varias ocasiones, con diversos incidentes de su líder Pablo Iglesias con periodistas no afines. En Cádiz también lo padecemos. En el día a día de forma soterrada, sin reconocerlo abiertamente. Y de cuando en cuando con ridículas campañas de desprestigio o las siempre divertidas lecciones de periodismo a través de sus redes sociales.

Ahora, en el otro extremo del arco político, surge Vox. Y en este punto se tocan. Son iguales. A Vox tampoco le gusta la prensa cuyo mensaje no coincide con el suyo. La noche electoral del pasado domingo vetaron a dos medios de comunicación en su sede. Y su líder Santiago Abascal ha hecho lo propio con Jordi Évole, que no estoy seguro de que pueda ser definido como periodista pero sí que representa a una televisión como La Sexta. Sin olvidar su propuesta de cerrar directamente Canal Sur. Tratar de acallar las bocas discordantes es característica común del fascismo desde tiempos inmemoriales. Insisto, de derechas y de izquierdas. Y cuando los líderes nacionales o locales instan a la ‘gente’ a tomar las calles, pasa lo que pasa siempre. Que la mayoría de los que les secundan lo hacen con buena intención. Pero los radicales aprovechan para pescar en río revuelto. Y centran buena parte de sus iras en los periodistas. Aquí, formada la algarada, ya no se distingue entre afines o contrarios. Periodistas. Cualquiera con una cámara o un portátil. Pasó el martes. Esta vez fue la izquierda radical. Azuzada por sus líderes que cuando ven la gravedad del asunto, reculan. Se ponen solemnes. Pero el daño ya está hecho. Redactores, fotógrafos, cámaras… fueron insultados, vejados, agredidos, pintarrajeados mientras hacían su trabajo. En las mismas calles en las que viven, en las que pasean con sus familias. Esta vez fue la izquierda. Si seguimos así, mañana será la derecha. Da igual. Son lo mismo. Violentos, radicales, descerebrados.

Lo que no acaban de entender es que nosotros, los periodistas, continuaremos haciendo nuestro trabajo. Mientras no nos rompan los diez dedos de las manos, seguiremos tecleando en nuestras páginas, disparando la cámara de fotos y grabando con la de vídeo. Y no porque sea nuestro trabajo y nos paguen por ello, sino porque tenemos un compromiso real con nuestra sociedad, con la democracia.

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