Ignacio M. Bustamante

Franco ha muerto

Chano lo pasó mal durante el franquismo. Realmente mal. Su padre había muerto durante la guerra

Ignacio M. Bustamante
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Chano lo pasó mal durante el franquismo. Realmente mal. Su padre había muerto durante la guerra. Hubo un tiempo en que su familia mantuvo la esperanza de que hubiese pasado a Francia, como tantos otros que huyeron cruzando los Pirineos. Sabían que era prácticamente imposible, pero se negaron a perder la esperanza. No se hablaba de ello, bastante tenían con sobrevivir cada día. Chano salía de la Caleta con una barquita, que era prácticamente todo su patrimonio, y si se daba bien la faena, tiraba ‘palante’ hasta dos días vendiendo mojarras de estraperlo en La Viña. Fueron años duros, muy duros, en los que la rabia vivía dentro, pero había que aparcarla. Había otras prioridades, como comer. Eran los años 60, apenas había cumplido 30 años, y ya tenía más vida a sus espaldas que cualquier hombre maduro de nuestros días.

Finalmente se colocó en una finca de la Avenida como portero, y hasta le dieron de alta en la Seguridad Social. Juan tuvo hijos y los crió en su barrio. Tres concretamente. A dos de ellos los perdió en la década de los 80. Los dos por sobredosis, cuando la heroína hacía estragos en Cádiz.

Hoy Chano está viudo. Tiene una hija que tuvo que irse de Cádiz a buscarse la vida a la que apenas ve. A pesar de sus más de 80 años, se mantiene en buena forma. Cada día se da un paseo de una hora por Cádiz y se entretiene viendo obras. El segundo puente se lo conoce a la perfección. Lo vio crecer desde la balaustrada de la Barriada de la Paz dovela a dovela. También pasa buenos ratos en la peña por las tardes, aunque se retira pronto porque no es de trasnochar. Es en casa, cuando está solo, cuando le vienen a la cabeza los recuerdos del pasado. Un pasado que nunca, jamás, fue mejor que la tranquilidad de la que disfruta ahora.

Este relato no es real. No existe este Chano. No concretamente. Es literatura improvisada. Pero no les quepa la menor duda de que aún existen muchos ‘chanos’ en toda España. Y muy pocos de ellos entienden lo que está ocurriendo. Desde que Zapatero se sacó de la manga aquello de la Memoria Histórica andan perdidos. Ellos, la mayoría, los de buena fe, decidieron pasar página. Lo hicieron en el 75, cuando murió el caudillo. Muchos lo celebraron. Muerto y enterrado. Bien está. Incluso se les asoma una sonrisilla cuando recuerdan aquella imagen en blanco y negro de Arias Navarro compungido: «Españoles, Franco ha muerto». Pero decidieron mirar hacia adelante, guiados por un Santiago Carrillo que fue el primero que supo darse cuenta de que era lo mejor. Inteligencia, se llama.

Y ahora, de repente, una panda de jovenzuelos reivindica aquello de lo que no tienen ni pajolera idea. Ni tan siquiera habían nacido cuando Franco murió. Les afectó lo mismo que las bombas de Napoleón en el asedio del siglo XIX. Tampoco crean que les echan mucha cuenta. A estas alturas. Pero quien más quien menos piensa: «Estos de las coletas, los zarcillos y los flequillos son tontos. Tontos de remate».

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