El maremoto

Porque la experiencia nos ha demostrado que, en cuestiones de catástrofes y emergencias repentinas, tan importante son los sistemas de alerta como la adecuada gestión posterior que se lleve a cabo

El ministro Marlaska nos visitó hace unos días para presentarnos el Plan Estatal de Protección Civil ante la posibilidad de que se produzcan maremotos que afectasen a nuestras costas. Bienvenido sea porque siempre es mejor prevenir que curar, aunque lo único que nos faltaba, con ... todo lo que tenemos encima, entre la pandemia y la crisis galopante, es que una ola gigantesca termine de hundirnos del todo. Como ya sabemos que en cualquier momento nos puede sobrevenir lo inesperado, siempre es bueno disponer, aunque las probabilidades de que ocurran sean escasas, de buenos mecanismos de alerta de potenciales catástrofes y, sobre todo, utilizarlos y hacerlo bien. Ojalá hubiesen funcionado, o se hubiese hecho caso, a los sistemas de aviso ante la llegada del tsunami coronavírico que nos cayó de repente el año pasado y que continua en fase de resaca; todavía hoy las fronteras defensivas en los aeropuertos españoles no parecen que sean un buen ejemplo de capacidad para gestionar adecuadamente este otro desastre pandémico. Porque la experiencia nos ha demostrado que, en cuestiones de catástrofes y emergencias repentinas, tan importante son los sistemas de alerta como la adecuada gestión posterior que se lleve a cabo. O lo que es lo mismo, que las medidas que se tomen sean acertadas, proporcionadas, eficaces y que generen confianza. No vaya a ser que, como ha ocurrido con las segundas dosis de la vacuna, casi nadie haya hecho caso, muy inteligentemente dicho sea de paso, a las recomendaciones del Ministerio de Sanidad.

El Plan que nos acaba de presentar el ministro para protegernos de los maremotos es básicamente un sistema integrado de alerta y avisos, técnicamente muy bien elaborado, con un análisis de peligrosidad para las costas españolas de los tsunamis que pudieran producirse. Y para costa peligrosa la nuestra, teniendo en cuenta que la mayor altura de las olas se produciría en el golfo de Cádiz si a la falla que tenemos ahí cerquita le da por hacer de las suyas. Así que ningún sitio mejor que nuestra ciudad para hacer la difusión del Plan; al fin y al cabo, en la memoria colectiva de los gaditanos no deja de estar presente el terremoto de Lisboa del día de Difuntos de 1755 que se llevó la veleta del convento de Santo Domingo y la ola que llegó una hora después llevándose esta vez por delante todo lo que pudo. No sería el primero, ni necesariamente el último que nos afectase. Ya las crónicas medievales nos relatan que allá por el 811 otro terremoto, con maremoto incluido, asoló el sur de la península, situando algunos estudiosos el epicentro también en el Golfo de Cádiz. Así que está muy bien que dispongamos de un sistema de alerta para cuando pudiese llegar otro maremoto. Este sistema de aviso nos indicaría los niveles de peligro y el tiempo que tardaría en llegar la primera ola y, como de producirse lo más probable es que fuera en la falla del Marqués de Pombal, que está a la vuelta de la esquina, tendríamos entre media y una hora para subirnos a la azotea, a la Torre Tavira o concentrarnos en el Puerta del Mar, con nuestras linternas y la mochila de emergencia. Otra cosa distinta es que la ciudad, y su gente, esté preparada con antelación para afrontar la envestida y para el día después.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios