Antonio Papell

Facilitar la legislatura

El PP, seriamente desacreditado por los últimos casos de corrupción, tiene que efectuar una intensa catarsis

Antonio Papell
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El PP ha ganado verdaderamente las elecciones, aunque en un parlamento insólitamente fragmentado, con sólo 123 escaños y con una pérdida de 63 diputados con relación a las elecciones de 2011. Es probable que los líderes populares no vean objetivamente lo ocurrido si no piensan que el hecho objetivo de que el PP es el primer partido ha de combinarse con la evidencia de que los otros tres grandes partidos, que suman 199 escaños, han apostado por un cambio profundo que pasa por una reforma constitucional, el cambio de la leu electoral y nua profunda regeneración democrática, cuestiones que no han interesado hasta ahora al PP y que, por supuesto, no estaban en su programa electoral.

El PP se enfrenta además con las consecuencias de una corrupción sin precedentes en la vida pública española, ya que ha sido sistémica en algunas comunidades, como Valencia, y ha alcanzado al corazón del partido, como ha ocurrido en los casos Bárcenas y Gurtel.

El gran partido conservador, seriamente desacreditado por esto hechos, tiene que efectuar una intensa catarsis y que renovar los cuadros que han connivido con la corrupción, hayan tenido o no relación directa con ella. La refundación del PP no puede limitarse a ser una declaración retórica sino que requiere decisiones concretas de gran envergadura.

Así las cosas, la fórmula de estabilidad que parecería lógica en esta legislatura, la ‘gran coalición’ PP-PSOE o incluso PP-PSOE-Ciudadanos no es posible por las dos razones que se desprenden de lo anterior: porque el PP no ha forma parte de la corriente reformista que ha ganado las elecciones y porque no tendría sentido que un partido que todavía está escenificando episodios gravísimos de corrupción, y al que le espera un largo calvario en los tribunales, fuera apoyado desde fuera para mantenerlo en el poder por las organizaciones que han ido a las urnas con las banderas de la reforma y la regeneración.

Sentado o anterior, parece claro que, ante una legislatura breve que debería dedicarse preferentemente a plasmar las grandes reformas pendientes que pongan al país en la senda del futuro, el PP debería permitir -en el sentido de no obstaculizar- un gobierno de gestión formado por las dos organizaciones centristas, PSOE y Ciudadanos, con la condición lógica de intervenir en la generación de los grandes consensos pendientes -constitucional, educativo, sobre la normativa electoral, etc.-. De este modo, si el PP decide abstenerse ante una propuesta como la mencionada, evitará que Podemos, que hoy por hoy es una opción radical y no totalmente perfilada, se convierta en árbitro de la situación y, con su influjo, ponga en dificultades la economía española ante los mercados internacionales.

Es hoy evidente que en el disciplinado Partido Popular bulle una gran inquietud por el futuro de la organización, ante el inmovilismo inquietante de la cúpula, que parece no haberse percatado de que su actual aislamiento político es indicativo de haber alcanzado una situación límite. Las encuestas advierten de que, en unas hipotéticas elecciones próximas, serán castigados los partidos que más hayan dificultado el acuerdo de gobernabilidad, y en algunas comunidades, los populares aprecian la urgencia de proceder cuanto antes a una renovación interior que indique que el partido ha entendido el mensaje ciudadano y ha actuado en consecuencia.

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