Ramón Sánchez Heredia - Opinión

Ser Cristiano

Por mucho que tengamos una vida espiritual, si no hay amor en nuestros gestos, actos y relaciones con los hermanos, no hay nada

RAMÓN SÁNCHEZ HEREDIA

'Ora et labora’ es un lema de la vida monástica benedictina, plenamente asumible por el laico en la sociedad actual en su vida diaria. Reza y trabaja, refleja cómo la contemplación, la espiritualidad, el mirarnos dentro de nosotros mismos, debe de tener el objetivo de servir para nuestra integración como cristianos en el mundo. Podemos denominarla como una espiritualidad militante, un discernimiento en base a los evangelios y a los indicadores que nos da la Doctrina Social de la Iglesia, para hacer en cada momento lo que el Corazón de Jesús quiere que hagamos.

Por mucho que tengamos una vida espiritual, si no hay amor en nuestros gestos, actos y relaciones con los hermanos, no hay nada, como dijo Juan el Evangelista. Podemos empezar volviendo a hacer normal lo normal y no actuar realizando lo contrario. Así San Francisco de Sales, solía decir que «la buena educación es ya mitad de santidad» y el Papa Francisco ha repetido varias veces la importancia de pedir permiso, dar las gracias y pedir perdón. Normalicemos la educación básica, que es mostrar respeto a los demás y dar amor, acompañado si es posible además por una sonrisa. Esto es quitar violencia y agresividad, a una convivencia tan crispada. Es sencillamemte acercarnos a los valores del ser humano.

Alguno podrá decir que es una simpleza pero las transformaciones grandes empiezan por cosas que parecen simples, como son los valores.

Todos estamos llamados a ser transformadores de nuestros entornos empezando por la propia familia o el trabajo. El compromiso personal y voluntario que supone el ser cristiano no es una chaqueta que se pone para ir a una liturga, es una prenda que no se puede quitar, se lleva siempre.

Si empezamos por la educación, lo siguiente es valorar como centro de todo al ser humano, como imagen de Dios y no poner por encima ni el dinero, ni el consumismo, ni el economicismo, ni nada parecido. Esto vale desde la vida personal y familiar hasta la política, es decir, a todas las esferas en que nos movemos. Practiquemos con cosas aparentemente pequeñas, como pararse a charlar o escuchar con alguien que lo necesita. Es dedicarle a un hijo un tiempo que no puede ser suplido por regalos o por las redes sociales o en las elecciones políticas hacer un voto responsable y consciente, buscando el bien común no intereses personales. Es el poder de transformación que tenemos en la sociedad.

Pobres y marginados, son la preferencia que nos grita el Papa Francisco, por ser otra forma de violencia que atenta contra el Mensaje de Jesús, al apreciarse como incluso en las épocas de crisis la riqueza acumulada aumenta para unos pocos mientras el número de pobres crece geométricamente.

¿Que hacemos cada uno personalmente? ¿Y la comunidad eclesial? ¿Tenemos patrimonio ocioso como son edificios? ¿Preferimos silenciar al Papa Francisco pues atenta contra nuestra comodidad, nuestra forma de ser, no cristiana? «El tiempo en el que vivimos nos exige desarrollar una profunda capacidad para discenir». Grabemos en el corazón: «Vivir acogiendo el amor que viene de Dios y quiere transformar nuestra vida y la del mundo entero».

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios