José María Esteban González

La contaminación que no cesa

Ateneista y arquitecto

José María Esteban González

No es posible aceptar que la cuestión grave de la corrupción continúe sorprendiéndonos casi todas las semanas con algún caso nuevo. No solo por el hecho mismo de cada acontecimiento concreto con personas concretas, sino por los efectos de desafección y de desprestigio de las instituciones que son concernidas y el inminente reflejo en la sociedad. No es tan malo que los culpables condenados, aunque tarde, estén entrando ya en las cárceles, cuanto el grave daño que dejan lastrando las organizaciones y organismos a los que afecta indirecta o directamente, así como la perdida cada vez más, de respeto por nuestras reglas de juego común, con peligro de ser cada vez más incumplidas.

En esta España querida, que parece ser aún más, a pesar del tiempo pasado, continua y machadianamente de charanga y pandereta, como dijo D. Antonio en su bello “El mañana efímero”, nos sigue intentando demostrar que poco ha cambiado en su estirpe moral y en sus principios. Podemos apelar a la dignidad, a la natural ética y moral del día a día y de cada uno, no lo sentimos posible, y seguimos sin aprender nada de nada.

No es extraño que en Europa nos sigan viendo como una democracia de segunda categoría, y hasta nos pidan impropias pruebas de lo “imperdible”. Tampoco es extraño que parte de nuestra hégira juvenil se vaya en búsqueda de horizontes mas creíbles, aunque no los quieran fuera de esta isla segundona, ante un pueblo que no brinda credibilidad ni oportunidades a esos hijos que se nos escapan al otro lado el empleo.

Creo que fuera de negativismos, debemos luchar por recobrar la autoridad que nos da el ejemplo diario de cada uno de nosotros. Debemos intentar corregir y evitar que el de al lado se desmande, con sencilla o denunciable corrección. A veces la calidad de la moral se hace no solo con el ejemplo diario, sino con la capacidad obligada de sentirse internamente controlado y disciplinado en el quehacer diario, y aunque eso suponga perder parte de nuestra libertad, creo que va siendo necesario un mayor sentido del control y del sencillo ejercicio del buen hacer, aunque solo sea cruzando las calles por sus debidos pasos de peatones… y esperar a que se pongan en verde.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios