Carta inglesa

José Blanco White redactó sus ‘Letters from Spain’ (1821) tomando como modelo la obra ‘Letters from England

Julio Malo

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José Blanco White redactó sus ‘Letters from Spain’ (1821) tomando como modelo la obra ‘Letters from England’, una serie de textos firmados en 1803 por Manuel Álvarez Espriella que en realidad era seudónimo del poeta Robert Southey. El recurso de crear un observador crítico acerca de la sociedad inglesa de la época fue semejante al de Montesquieu en sus ‘Cartas Persas’, seguido por José Cadalso con sus ‘Cartas Marruecas’, en las que enjuicia la sociedad española desde la visión de un supuesto marroquí. Southey era un buen hispanista y elije a un caballero español para exponer las criticas del conservador anglicano que él era, frente al nuevo modelo de sociedad generada por la revolución industrial. Actitud muy diferente a la de Blanco White, pues para el canónigo sevillano, la Inglaterra de 1821 era modelo de libertades, como lo había sido para Voltaire en el siglo anterior, José Blanco era hombre de mentalidad progresista a quien el industrialismo liberal no podía causar tanto desagrado como a Southey, quien simpatizó en su momento con la Revolución francesa para acabar por desilusionarse. Southey forma parte del romanticismo inglés, como sus colegas, los poetas: Wordsworth, Coleridge, Byron, Shelley y Keats, y el novelista Walter Scott. Todos ellos muy apreciados por los lectores de nuestro país.

Las relaciones anglo españolas se han venido desenvolviendo, desde la rivalidad que se inicia entre la reformista Reina Isabel y el católico Felipe II, a la empatía entre pueblos aventureros. La derrota de la Armada Invencible cedió a los británicos el dominio de la mar, y Cádiz en particular padeció en 1596 el saqueo de una devastadora escuadra comandada por el Conde de Essex. Mi generación se forma sin embargo en torno a la pasión por la cultura británica, pese al empeño oficial por enseñar francés nuestras lecturas infantiles nos llevaron al pueblecito inglés donde, entre apacibles ‘cottages’, el pequeño ácrata Guillermo Brown muestra con sus proscritos los goces de la libertad en compañía. También a la irresistible seducción de la aventura marinera, con Jim Hawkins y Long John Silver; a la soledad expectante de Robinson; o a Baker Street donde un excéntrico Holmes fabulaba con su apacible galeno. También poblaron nuestros sueños: la selva de Mowgly y Kim; el País de los Niños Perdidos y las fiestas de no cumpleaños de Alicia.

Durante los final de los años 60 y principio de los 70, la necesidad de aprender inglés nos permitió visitar el colorido y explosivo Londres de la buena música y la refinada cultura que tan bien refleja una exposición titulada: «From the bombs to the Beatles», organizada hace poco por el Imperial War Museum. Aún es el destino preferido por los españoles para respirar aromas culturales en cualquier época de año; me lo decía el poeta Joan Margarit, puedes desplegar el dilatado mapa de la extensa metrópoli y señalar en cualquier lugar, seguro que vas a encontrar algo interesante. Estos días visito el sugestivo barrio de Bloomsbury, donde vivieron Virginia Woolf y Lytton Strachey, éste fabuló acerca de los amores imposibles del almirante que asaltó Cádiz en su novela ‘Isabel y Essex’, llevada al cine por Michael Curtiz en 1939, con Bette Davis y Errol Flynn. Por cierto, alguien me ha preguntado la forma de llegar al British Museum, presentía que también era español pero he contestado con amabilidad británica, a lo cual él respondió: «I see you speak english like me». Todo español es un eterno estudiante de inglés.

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