Un bochorno para El Puerto

El Puerto de Santa María es una ciudad central en la Bahía de Cádiz. Por historia, por economía, hasta por ubicación geográfica y, sobre todo, por peso turístico. A pesar de su galopante deterioro urbanístico, su nombre y su encanto conservan una fuerza esencial en la promoción de toda la provincia. Las banderas azules que distinguen las mejores playas son símbolos. Los distribuye un colectivo privado que se ha ganado cierto prestigio, fama de tener un criterio técnico respetable. Si se unen esas dos ideas, resulta evidente que El Puerto tiene que tener, todos los años, las banderas azules ondeando en casi todas sus playas. Al menos, en las mayores o más encantadoras. Otra cosa es incomprensible, es un bochorno publicitario y un desdoro por el que hay que rendir cuentas.

Sencillamente, porque las playas son un pilar fundamental de un sector económico fundamental en una ciudad, en una provincia, con pocas alternativas. Aunque la pérdida de las banderas no tenga que ver con la mala calidad de sus aguas o el deterioro de los servicios, su ausencia en El Puerto es igualmente dañina. Resulta más irritante aún que se trate de una torpeza burocrática la que ha sacado a la localidad portuense de este conveniente escaparate promocional. El presidente de la entidad que concede las enseñas, José Ramón Sánchez Moro, ha detallado que la causa está en el incumplimiento de un «requisito obligatorio», que consiste en documentar cómo y dónde se vierten las aguas residuales para comprobar que están al día con las leyes de la Unión Europea. El Puerto no ha hecho esa tarea y se ha quedado sin banderas pese a que Sánchez Moro recalca que han actuado de buena fe: «Hace tiempo que avisamos al Ayuntamiento de que éste iba a ser un criterio obligatorio». Quedarse sin una medalla de ese tamaño es una chapuza que merece una reparación. De lo contrario, al menos, una explicación.