La Voz de Cádiz

Almadrabas a la espera de justicia

Acaba otro año de cotas ínfimas en el que un método respetuoso como ninguno paga por los desmanes de terceros

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En cuestión de horas habrá terminado, hasta el año próximo, en la provincia un ritual milenario. Es una de sus señas de identidad, asociada de forma íntima a un símbolo de su mar y su cocina, de su cultura: el atún rojo. Las legendarias almadrabas dejan de organizar la lucha, casi de igual a igual, entre el pez supremo y los pescadores metidos en el mar. Es una forma de pesca que, además de espectacular, respeta como ninguna otra los ciclos naturales, la reproducción de la especie, sus hábitos de migración. Ninguna otra es capaz de respetar tanto al animal, de cuidar su carne de forma tan exquisita que llega a la mesa con unas garantías que ninguna otra técnica aporta.Sin embargo, aquí también pagan justos y pescadores por las malas artes de algunos desahogados.

Grandes emporios pesqueros internacionales utilizan todo tipo de tecnología, desde helicópteros y armas de fuego a sondas, para practicar la pesca masiva e indiscriminada, la que sí amenaza la especie, la que esquilma los mares.

Para tratar de combatir ese atentado ecológico, la Unión Europea siempre ha cometido la torpeza de aplicar tabla rasa. Limita la actividad de todos. Hace apenas tres años ha comenzado a rectificar. Vuelve a abrir la mano a las almadrabas, aunque demasiado lentamente. Ahora es el Gobierno el que trata de jugar con las limitaciones europeas pero con otros intereses. El sector termina este año otra campaña dura en la parsimoniosa recuperación de cuota. Descendió de forma brusca y violenta. Crece centímetro a centímetro, a cámara lenta.

En algunas de las últimas campañas, las cofradías de Cantabria y el País Vasco, que venían ‘cediendo’ atunes a las almadrabas gaditanas a precios astronómicos, han tenido que pescarlos si no querían arriesgarse a perderlos. Para colmo, el comodín de la cuota extra que el Gobierno español puede manejar según su propio criterio se suele ir a Canarias. Son toneladas que se marchan a un archipiélago donde la tradición de pesca del atún es mínima comparada con Cádiz. Pero resulta que Canarias tiene diputados cuyo voto vale ahora bastante en el incierto Congreso. Esa es una clave, entre otras, y no la ecológica, la económica, la gastronómica ni la cultural.

Por ese oscuro objeto del deseo, vuelven a perder las almadrabas un año más. Habrá que esperar a 2018. A ver si ese año toca justicia ecológica y económica.

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