OPINIÓN

Se cae el patrimonio

Todos debemos dedicar mayor atención, más ayudas y recursos a estos bienes

José María Esteban

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Buscábamos en los cascotes del derrumbe las causas de su caída. Las autopsias según los materiales y su disposición en el ya quieto y yacente desplome, nos indican las causas por las que las fisuras y las grietas se convirtieron en ruina, ahora claramente evidente. Los espacios vacíos y llenos entre ladrillos, hierros y conglomerantes de duro pegamentos pétreos, bien estudiados, dan las pautas del derribo. Simplemente se trata de hacer la reconstrucción virtual de cómo se van sucediendo los elementos unos encima de otros. Pero no crean que es muy fácil, se necesita experiencia, como en la forensía médica, parecida en protocolos, pero sin fluidos.

Las arrugas avisan del cansancio natural de los materiales, sean pieles sensibles o pétreos paramentos. Sus apariciones nos dan noticias y advertencias de que algo está sucediendo. En nosotros la edad vital y en los edificios su lógico deterioro, por el paso de los años y avatares. Debemos tomar medidas adecuadas para saber qué ocurre y como, en el caso de lo habitable, prever calamidades o colapsos, que nunca se sabe realmente cuando van a suceder. En el caso del cuerpo humano, esas arrugas que pronuncian la dignidad del tiempo pasado y vivido, pueden relativamente enmascarase, pero lo común es aceptar que se tiene edad y de ello debemos sentirnos orgullosos por disfrutados. Para los edificios, esas roturas son un grato aviso, como un buen amigo en principio. Adelanta una causa que se debe controlar y si es posible evitar. Son presencias que nos anuncian y obligan a mantenernos atentos.

Últimamente se están sucediendo en Cádiz, como ejemplo cercano, una serie de deterioros que se convierten en funestas y peligrosas perdidas. Los sillares de la torre de levante de la Catedral; la iglesia de las Esclavas; las pechinas de San Francisco; los plementos de San Antonio: la caída de la bóveda de la Castrense, etc. etc. Son bienes privados con dimensión patrimonial común. Su valor y consiguiente permanencia en la memoria cultural, pertenece a todos. Incluso la racional y suficiente iglesia de las Esclavas del Corazón de Jesús, realizada en 1966 por Jesús Gómez Millán, perdida en septiembre pasado y relativamente joven, tenía valores indudables, y había avisado con tiempo su aflicción. Cádiz Ilustrada, con una labor encomiable, es un amistoso testigo y denunciante de esas carencias.

Estas penosas pérdidas lo son por una cierta desidia al no hacer caso de esos avisos, que alumbran mayores problemas. Independientemente de cada causa específica, lo cierto es que el Patrimonio es tan grande, que también debe ser grande la preocupación por su mantenimiento y seguridad. Los Ángeles de la Guarda, son los mayores cómplices de los arquitectos y de los espacios públicos. Aquellos van dibujando certeros trazos oscuros en paredes y techos, advirtiendo y evitando que el dañino suceso se produzca, afortunadamente, sin que nadie se encuentre bajo su radio de acción.

No sólo debemos hacer caso de esas alarmas que aparecen, sino reflexionar de por qué se producen estas lamentables caídas, que además quedan en el olvido de su recuperación. Estamos perdiendo la sensibilidad cultural. Lo digo no sólo por los propietarios, sino por las administraciones a las que debe preocupar el legado Cultural del Patrimonio. Todos debemos dedicar mayor atención, más ayudas y recursos a estos bienes. Al menos mayor policía en la custodia y atención de los valores patrimoniales comunes, y más cuando ellos avisan de su cansancio y molestias ocasionadas por el reloj de la historia. Salud.

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