Opinión

El bando correcto

El pasado viernes tuve la suerte de conocer a Leopoldo López Castillo, líder opositor venezolano que fue perseguido y encarcelado tras un juicio amañado

José Colón

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Cádiz ha dado para escribir, en la semana recién transcurrida, muchas columnas: hemos leído sobre la voluntad decidida del alcalde de paliar la primera necesidad de la ciudad, impulsando la construcción de viviendas y corrigiendo, así, la absoluta incapacidad de la anterior chirigota; también disfrutamos de la presencia de actores y gente del espectáculo que nos ha visitado con ocasión de la «South Festival» y discutido sobre el esperpento de denominar así a un acontecimiento en la que fue Capital de la Lengua Española el año pasado; hemos celebrado el Santo del alcalde por todo lo alto, adelantando la festividad de nuestra Patrona; y, por último, nos preparamos para sufrir un gran fin de semana -este próximo, con la también españolísima «Sail GP»- en el que resulte imposible encontrar un lugar donde comer tranquilamente con la familia sin conocer al detalle los problemas técnicos del equipo neozelandés.

Vista así la actualidad, no se me presentaba difícil la tarea de elaborar este artículo. Pero el Mundo no acaba en el Río Arillo y hay sucesos que exigen -y, sobre todo, merecen- ser contados.

El pasado viernes tuve la suerte de conocer a Leopoldo López Castillo, líder opositor venezolano que fue perseguido y encarcelado tras un juicio amañado, por el hecho de suponer una seria amenaza a la dictadura comunista «bolivariana» que cuenta con el repugnante respaldo de los partidos políticos que conforman el engendro gubernativo español y con el nauseabundo apoyo de individuos tales como Zapatero, Iglesias, Monedero y demás representantes de esa Mugre. Es decir, quedaba bastante claro en qué bando posicionarse.

Invitado por la librería «+Bernat», de Barcelona, Leopoldo presentó el libro donde se relata su historia, «Nos quieren muertos», escrito por Javier Moro; y nos dio a los presentes una verdadera lección de vida, relatando cómo fueron sus años en la cárcel y cómo su esposa, Lilian Tintori, mantuvo una lucha titánica contra la censura y el silenciamiento del Régimen, rompiéndolos y consiguiendo eco y apoyos internacionales lo suficientemente efectivos para que se transformaran en presiones, prohibiciones y sanciones que hacían mella en el privilegiado régimen de vida de las esposas de los gerifaltes del Régimen (privadas de su derecho a disfrutar de lujos surrealistas para un pueblo muerto de hambre), lo que motivó que le mutaran la sentencia de cárcel a arresto domiciliario y que se publicara que tanto la fiscal como la juez del caso confesaran que todo fue una farsa.

El caso de Leopoldo López, como el de tantos hombres y mujeres de bien que sufren las consecuencias de enfrentarse al poder a lo largo y ancho del rojo mundo, es silenciado o maliciosamente tergiversado por la progresía corrupta en todos los campos que esta pudre: medios de comunicación, «Mundo de la Cultura», las universidades públicas… del mismo modo que se velan los horrores que se producen en las cloacas políticas de este planeta, si son de la misma cuerda: llámense tales boquetes Venezuela, «Catalunya» (donde ayer se congregaron más de medio millón de españoles dejando claro que la prisión es el único camino que debe indicarse a los delincuentes y sus cómplices, aunque «okupen» un palacio presidencial) o Palestina.

Sobre esta última es más que posible que ustedes, en esta mañana de lunes, estén consternados con el número de muertos causados por los bombardeos israelíes en Gaza y con las imágenes difundidas por «Al Jazeera» pero, aún, desconozcan el horror sucedido el pasado sábado: el secuestro, violación, asesinato y profanación de cadáveres de decenas de civiles israelíes llevados a cabo por manadas de salvajes que, al grito de «Dios es Grande», introducían sus armas en los genitales de los cuerpos sin vida de quienes habían tomado como rehenes.

No habrán visto nada de eso porque habrán estado entretenidos con alfombras rojas, declaraciones altisonantes de ignorantes lectores de guión e interesados sorbedores de subvención institucional que procuran, en comandita, que usted no se levante de su asiento mientras los pilares de nuestra Civilización son demolidos por la barbarie.

Ya es hora de ponerse en pie. ¿A qué espera?

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