Opinión

Palabras gaditanas

Durante el congreso hemos reivindicado términos como «guachisnai», «liquindoi», «biruji», «guarnaja» o la que, de todas ellas, ha tenido más éxito, «bastinazo»

Felicidad Rodríguez

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Del Congreso de la Lengua pasamos, sin solución de continuidad, a la Semana Santa y, posiblemente, algunos de los académicos que se dieron cita en Cádiz habrán tenido la oportunidad de prolongar su estancia y vivir de primera mano las peculiaridades, tan genuinamente andaluzas, de nuestra semana de Pasión. Y si genuina es la Semana Santa de nuestra tierra no menos lo son las peculiares palabras y expresiones gaditanas. Durante el congreso hemos reivindicado términos como «guachisnai», «liquindoi», «biruji», «guarnaja» o la que, de todas ellas, ha tenido más éxito, «bastinazo», término que, al parecer, ha logrado ponerse en la lista de espera del Diccionario.

Ahora el Diccionario del español, el DLE, no lo hacen solo los españoles. Al fin y al cabo, una lengua que es la materna de casi 500 millones de personas en el mundo no puede ser patrimonio exclusivo de 47 millones de ellas. Por eso el DLE resulta de la colaboración de las Academias de la Lengua Española repartidas por el mundo, en Hispanoamérica, por supuesto, pero también en Estados Unidos, Filipinas o Guinea Ecuatorial. Esperemos que algún gaditanismo, sea bastinazo u otro, logre entrar en ese registro del español. La espera suele ser larga ya que para cualquier incorporación se necesita un análisis minucioso y documentado de su recorrido y extensión. Por ejemplo, el término hispanoamericano no fue recogido en el Diccionario hasta 1914, ayer como quién dice. Pero, pase lo que pase con bastinazo, Cádiz ya tiene su huella en el DLE, algo de lo que no pueden presumir muchas ciudades. Del artículo 13 de la Constitución de 1812, «El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin último de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen» se deriva la acepción política del viejo término de bienestar, aplicado ya al Estado. Pero no es el único ejemplo. Como nos recordaba el Académico de la RAE, Pedro Álvarez de Miranda, es en Cádiz donde, por primera vez, se tiene constancia escrita del término «estadounidense».

Hasta ese momento, y para referirnos a los habitantes del continente al norte de México, nos limitábamos a «americano», como si los que viven al sur del río Bravo no lo fuesen también. Una reducción muy anglófila; al fin y al cabo, en inglés, el único término que se utiliza para los ciudadanos USA es el de «american». Pues bien, es en Cádiz, en 1916, cuando por primera vez se registra la palabra «estadounidense». Y se hace en el número 24 de la Revista de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras, haciendo referencia a la construcción de un monumento a Cervantes, a instancia del Académico Archer Huntington, a orillas del río Hudson, a la altura de Broadway y la calle 157 de Nueva York, un proyecto que, como dice el texto, es obra del «escultor estado-unidense…». A partir de ese momento, el término se iría extendiendo, pero no fue hasta 1956 cuando la palabra se incorpora al Diccionario de la Lengua, 40 años después de su primer registro gaditano. No se si finalmente, antes o después, bastinazo entrará en el DLE, aunque si Cádiz ya dejó su huella académica en los siglos XIX y XX con esos dos ejemplos, sería bonito que también lo hiciese en el siglo XXI.

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