OPINIÓN

Heridas sin cuidar

Los atentados parecen ya lejanos, pero las heridas de los que han perdido, no hace tanto tiempo, a sus seres queridos, no han recibido el cuidado que se merecen para sanar

Felicidad Rodríguez

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No sabemos cómo habría sido la vida de Begoña, que hoy tendría 64 años, si aquel 27 de junio de 1960 no hubiese estado en la estación de trenes de la plaza Easo de San Sebastián. No podemos saber a qué se habría dedicado, en qué tipo de persona se habría convertido, que decisiones, acertadas o equivocadas, habría tomado a lo largo de su vida, si ahora tendría hijos y nietos, si estaría pensando en una próxima jubilación …Todas las posibilidades imaginadas para una bebé de 22 meses se vieron truncadas porque alguien colocó una bomba en la estación de Amara-Donostia.

Begoña Urroz fue la primera víctima del terrorismo que ha marcado la historia reciente de nuestro país. La fecha de su asesinato es, desde hace algo más de una década, el día dedicado por el Congreso para homenajear a las víctimas de ese horror que señaló con sangre las últimas décadas del siglo XX y los primeros años del actual. El Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, un grupo comunista liderado por el que fuera lugarteniente del Ché, se atribuyó el atentado. Y a los atentados del DRIL siguieron durante los años siguientes los de grupos como Terra Lliure, el Exército Guerrilheiro do Povo Galego, el Batallón Vasco Español, los GAE y, sobre todo, los atentados organizados por las células yihadistas y los perpetrados por ETA.

Los primeros con la masacre de los trenes de Madrid que segó la vida de 193 personas y, más recientemente, hace apenas 6 años, con los ataques en Barcelona y Cambrils que se cobraron 16 víctimas mortales. Los segundos, los integrantes de ETA, sembraron el terror en todo el país mediante el asesinato mantenido a lo largo de más de 40 años. Empezaron a matar en la década de los 60 y siguieron haciéndolo hasta bien entrado el siglo XXI; los últimos en 2011. La matanza en el Hipercor de Barcelona, o las de las casas cuartel de Zaragoza y Vic, son buena muestra del horror etarra que también se llevó por delante la vida de 21 niños que, como Begoña, no tuvieron, no les dejaron, la oportunidad de crecer. La última, Silvia Martínez, de 6 años, en el año 2002. Luego vino el «lavado de cara» de la banda, sin que los terroristas, sus medios afines y sus sucesores políticos llegaran a condenar explícitamente todos estos atentados.

No es de extrañar el estupor y la indignación de tantas personas, de izquierdas o de derechas, ante las recientes palabras del delegado del gobierno en Madrid cuando, tratando de justificar el apoyo de los independentistas y nacionalistas al gobierno, decía que EH Bildu ha contribuido a «salvar miles de vidas de ciudadanos españoles» a «dignificar la vida de miles de pensionistas» y a «mejorar las condiciones laborales de millones de ciudadanos del país». Tanto la Asociación de Víctimas del Terrorismo como el Colectivo de Víctimas del Terrorismo, entre otras, se han negado a asistir al acto de homenaje en el Congreso. El motivo, la incongruencia de homenajear a las víctimas y tener a Bildu como socio parlamentario preferente y por la presencia de partidos políticos que no han condenado la violencia terrorista. Los atentados parecen ya lejanos, pero las heridas de los que han perdido, no hace tanto tiempo, a sus seres queridos, no han recibido el cuidado que se merecen para sanar.

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