El Apunte

El coste de la Navidad se multiplica por dos

Bajan los carburantes, la electricidad, pero la cesta de la compra se mantiene en precios muy elevados

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El país se encuentra sumido en una espiral inflacionista que no parece encontrar fin. Con la resaca de la pandemia y la guerra de Ucrania se dispararon los precios de la energía y los carburantes, lo que repercutió de forma brutal en los costes de los alimentos básicos y de manera lacerante en los bolsillos de los ciudadanos.

Ahora la luz ha bajado al igual que la gasolina pero ¡voila! en los supermercados aún no se percibe ese descenso. Lo que se conoce como los efectos cohete y pluma, pues sube con máxima celeridad y tarda demasiado en bajar, si baja. Es una característica propia de la inflación, en la que los precios ya no se corresponden con su valor de mercado y se sitúan muy por encima, provocando un frenazo en el consumo y por tanto un deterioro del sistema. También se responsabiliza a la sequía actual, pues las malas cosechas propician un aumento en alimentos de primera necesidad como el aceite de oliva.

Para contrarrestar esta vorágine nuestros representantes públicos se ven obligados a tomar medidas. La mayoría de ellas, muy polémicas, se toman desde Bruselas, como la subida de los tipos de interés y por tanto de las hipotecas. Las que se han tomado en casa, aquí en nuestra tierra, se han mostrado insuficientes. España bajó la inflación con mayor rapidez que sus socios de la UE pero porque partía desde la posición más elevada.

Y mientras discuten las decisiones, los gaditanos 'celebrarán' la Navidad más cara de la historia. No sólo eso: los precios se han duplicado con respecto a hace ocho años, a finales de 2015. Muchos alimentos están un 50% más caro. Es fácil ajustar la cuenta. ¿Cobran los gaditanos un 50% más que hace ocho años? Obviamente, la respuesta es no. Ni la media ni la gran mayoría. El Gobierno ha subido el Salario Mínimo Interprofesional pero el resto está prácticamente igual y en muchos casos congelado. Los gaditanos son por tanto más pobres que hace una década. Ha decrecido el poder adquisitivo.

Los dispendios de épocas pretéritas ya son menos. Por ello la Navidad seguirá siendo un tiempo de paz, amor, de alegría y felicidad, de compartir con la familia y los amigos, y de acordarse de los que ya no están. Pero lo de comer y beber, con mesura y mirando por la de Ubrique.

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